Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Se va a enterar Bush, que se vaya preparando porque el abogado del español que estuvo preso en Guantánamo va a por él. Marcos García Montes le va a empurar por detención ilegal, maltrato, vejación, abuso de barras y estrellas, y silencio administrativo. Gracias al relato emocionado de Abderramán Hamed, el joven ceutí que cayó en la trama, hemos conocido hasta dónde llega la crueldad con los presos acusados de ser talibán. Lo más terrorífico fue el viaje en avión desde Pakistán, 24 horas con los ojos tapados y comiendo sándwiches de mantequilla de cacahuete, mucho peor que el rancho habitual de lentejas cocidas en lodo de orines. Hay que ser muy malvado y muy mala gente para intoxicar a los prisioneros; si Bush es partidario de la mantequilla de cacahuete hay que abrirle un proceso en el Tribunal Internacional de La Haya. La ingesta de según qué alimentos puede ser tipificada como tortura, bombardear un estómago vacío es una crueldad.
También se le podría acusar de enviar a presuntos a Guantánamo, sin garantías jurídicas, sin asistencia letrada, sin dejarles escuchar el guajira-guantanamera de Joseíto Fernández, canción que Alejo Carpetier recogió en su libro La música en Cuba. Hacinados en esa prisión que es la catedral de plástico del mal gusto donde a los carceleros se les extirpa el músculo de la compasión para que no tengan pesadillas. En España se aplicó la prueba del cerdo a los moriscos para calibrar su grado de conversión, si se rilaban ante la carne de puerco es que eran culpables, (mucho peor que tragarse un sapo de los de ahora). El Tribunal Supremo ha dicho que la penitenciaría norteamericana en suelo cubano es «un limbo jurídico», o lo que es lo mismo: una fruslería prescindible, un lamentable accidente gramatical, un moco, un imposible fuera de la Ley. Además, establecer un limbo en el Caribe es una referencia geográfica absurda, a Hamed le pusieron un plástico en la cabeza para que el sol del trópico le situara ante las puertas del infierno. De aquello le ha quedado un tartamudeo, timidez a ráfagas y algo de pérdida de visión; poco para lo que podía haber sido.
Que se vaya preparando míster Bush, (como le llama Hugo Chávez en sus discursos de megafonía de hipermercado), porque de estas va a tener que vender la Casa Blanca para ponerse a corriente de pago, que rasque en el fondo de la hucha donde ahorra para comprar misiles. García Montes estima que si en Estados Unidos los divorcios son millonarios también lo deben ser las demandas por enviar a un inocente al limbo de la Justicia. Si la chica Playboy Anne Nicole-Smith consiguió quedarse con la herencia del octogenario dueño de pozos de petróleo que murió de gusto, el ceutí puede aspirar a más. Lo peor es lo de la mantequilla de cacahuete aplicada sin posibilidad de recurso, para siempre tatuada en su paladar y que le recordará el horror masticable. No se conoce un caso mayor de perversión jurídico-gastronómica.
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