Una vieja y entrañable antipatía mutua

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Que el estreno de la última entrega de Supermán haya coincidido con el final de la huelga de pilotos de Iberia es pura casualidad.En justicia, deberíamos considerar a Clark Kent como miembro liberado del sindicato de voladores sorprendentes, de otra forma no se entiende una protesta que empezó por las nubes y terminó de manera fulminante. Si no fuera porque se trata de Supermán nadie lo diría, lo que pasa es que cuando uno va por la vida mirando por encima y con la capa almidonada es seguro que le llamarán fantasma.
El piloto tiene mala prensa, se la ha ganado a pulso en los últimos años, tanto por la puntualidad de sus huelgas como por el tono maximalista de sus reivindicaciones, y porque protestan solos al margen de sus compañeros, de la puerta de la cabina hacia atrás es otro mundo aunque el color del uniforme sea parecido.Será porque cuando uno sostiene un 747 en sus manos se siente la compañía, como al timonel de un portaaviones nadie le quita el placer de ser almirante. Ese apunte de ego les pierde, todos los pilotos cuando dicen por megafonía: «Entrando en pista para despegue», se creen Zidane en el punto de penalti, por eso piensan que tenemos que disculpar los rasgos amargos de su carácter.Sus huelgas son entradas con las dos piernas a la espinilla del ciudadano; tener billete pero no vuelo es como quedarte sin agua en la ducha cuando te has enjabonado y te pican los ojos. El picor del viajero, (convertido en rehén), se vuelca en los mostradores de información que cuentan las huelgas no por días sino por puñetazos en las encimeras; ya saben, por eso los informadores guardan la distancia como Foreman. Pagan justos por pecadores, pero luego cobran los pecadores y dejan al margen a los justos como costumbre.

En la última huelga no se buscaban topes salariales ni consolidación de privilegios, se iba un paso más allá al pedir un aval que garantice la autenticidad de la vida eterna firmado por dos arcángeles y el consejo de la compañía. Su petición es el resultado de aplicar la teoría general de la letra del bolero y pedir que aquí, o en el otro mundo, en vez de cielo encuentres gloria. Una cláusula de ciencia ficción para el resto de trabajadores que no entienden el poder de los pilotos en tiempos vacacionales, ahí se ganan otro punto de antipatía en el set que juegan contra la sociedad española. Quizá sea una exageración hasta para el propio Supermán, pero mientras les den criptonita podrán ir tirando. Lo cierto es que en medio del Atlántico cuando hay turbulencias, nadie se atrevería a discutir el convenio. Se les teme porque son jinetes de nubes, en sus manos está la decisión de bordear o de entrar de lleno en tormentas.

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