Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Al español que dimita Luís Aragonés le da igual, lo que quiere es que le devuelvan el dinero que se ha gastado en la pantalla de plasma para ver el Mundial. Llevados por la emoción patriótica nos hemos comprado unos televisores mayestáticos en los que caben todos los arcos de la puerta de Brandeburgo con la cuadriga encima y la diosa Eirene estirada, una compra pasional que costó no pocas discusiones familiares, (aunque el consejero Huget estaba encantado porque en las teles planas no se puede colocar el toro y la flamenca encima por peligro de desprendimiento). Nos lo había dicho Zapatero: esta vez llegaríamos a Berlín antes que los rusos y estábamos tan convencidos de que íbamos a pasar buenos ratos con nuestro cine de verano; lustros de penurias deportivas nos daban la razón, era como si a Carpanta se le apareciera el pollo con el que soñaba.
Tan sólo la generación que siguió los Juegos de Munich 72 en una tele pequeña, en blanco y negro, con interferencias y nieve en el mes de julio, sabe apreciar el lujo a lo ancho. Una de esas teles en las que o te apartas cuando lanzan a la barrera o te dan un pelotazo. En algunos hogares la pantalla de plasma gigante obligó a situar a las visitas contra la pared para que pudieran apreciar la nitidez de la imagen. Para nuestra desgracia van a quedar como monumento interno al fracaso deportivo nacional, dentro de unos años se venderán de segunda mano con la leyenda: ?de cuando palmamos en Alemania?, de aquel tórrido junio de 2006 cuando fuimos como el duque de Medina-Sidonia y regresamos en canoa al comprobar que se trataba de la ?Armada Si Vencible? (titulada ?grande y felicísima armada? por Felipe II). En materia futbolera no conocemos nada que sea invencible y que además resista al rival noventa minutos sin mascar la tragedia. Mucho se ha escrito de la ilusión que representaba el relevo generacional en la selección, pero pocos se atreven a calcular los millones de euros que nos hemos gastado en el pantallón. Y todo para ver luto en colorines.
Son tan grandes que cuando sale Lorenzo Milán en el Telediario me da pena verlo tan sólo. Y qué decir del despliegue espectacular de la Cuatro en la Plaza de Colón, demasiado amplio para ver el show del tío que vende cuchillos que cortan la chapa de un cohete de la NASA. Y junto a las pantallas las consignas y coreografías que hemos vivido con intensidad, la canción del verano es ?¡a por ellos, oé!?. El Gobierno debería permitir la doble nacionalidad en materia deportiva, darnos la opción de ser españoles y brasileños, o españoles y argentinos, de esa forma se multiplican las posibilidades de ser feliz. Por lo tanto no es por ti, Luis Aragonés, por lo que llora España, es por el pantallón de plasma donde ahora ruge en las siestas el viejo león de los documentales de La 2, más sólo que nunca.
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