«Esperaría por un chico guapo»

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

CON MUCHA CARA / «A todo el mundo le parece un trabajo divertido»/ «Alguna vez he tenido que oír eso de ‘mujer tenías que ser’, ¡ni caso!» / «Cada estación y cada línea son diferentes porque las hace el público, eso es lo bueno» / «Al único que he visto es a Leguina, y a Esperanza Aguirre cuando viene a hacer inauguraciones acompañada del séquito»
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RETRATO
Orígenes: Madrid, 1964. Currículo: Le hubiera gustado ser trabajadora social, pero en 1988 comenzó a trabajar en Metro. Estuvo seis años en la taquilla, «un trabajo muy duro, créame». Lleva una máquina desde 1994, «me gustan los trenes». Con otra compañera las tumbaron en la oposición, «en mi caso por el ácido úrico, un año más tarde nos presentamos ocho mujeres y aprobamos tres». Conduce en la línea del aeropuerto. Aficiones: «Leer, estar con mis hijos y tiempo para mí». Debilidades: «Viajar y gastar». Virtudes: «Dicen que soy abierta y nada conflictiva». Defectos: «¡Que tengo muy mala leche de golpe!, luego se pasa».
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No es la primera mujer que conduce un metro, (Estrella Aranda fue la pionera), pero es de las pocas, sólo 14 en una plantilla de 1.400. Trabaja en la Línea 8 que va de Nuevos Ministerios a Barajas, distancia que recorre 15 veces al día, «es la mejor línea sin duda». Algún día le gustaría visitar una cabina del AVE, ese primo mayor del metro. Sumergida en la ciudad se convierte en un personaje de Julio Verne en su peculiar viaje al centro de la tierra.
Pregunta.- ¿Conduce un submarino?

Respuesta.- Bueno, es muy parecido porque también voy bajo tierra. Y a todo el mundo le parece un trabajo divertido.

P.- ¿Es la capitana Nemo?

R.- Es un trabajo monótono como el de casi todo el mundo. Yo conduzco, abro puertas y arranco. Rutina.

P.- ¿Y saltarse una estación para romper la monotonía?

R.- ¡Ya me la he saltado!, no fui yo sino el tren; el sistema automático (ATO) no le hizo parar.

P.- ¿Se fija en el pasaje?

R.- Claro, porque cada día es una historia. Te puede pasar desde que te saluden con cariño a que te insulten.

P.- ¿Escucha los insultos?

R.- ¡Bueno, soy una experta en leer los labios!

P.- ¿Se enfadan?

R.- A veces porque tengo que salir y vienen corriendo por el andén.

P.- ¿Más por ser mujer?

R.- Alguna vez he tenido que oír eso de «mujer tenías que ser», ¡ni caso!

P.- ¿Tiene que hacerse valer?

R.- Con la categoría que tengo y con la plantilla que trabajo tengo que sacar el genio.

P.- ¿Me lo explica?

R.- Pues cuando las conductoras llegamos tuvimos que hacernos un hueco entre hombres: no teníamos taquillas, ni servicios.

P.- ¿Tuvo algún problema?

R.- Al revés, por parte de los compañeros han sido todo ayudas pero puedes chocar.

P.- ¿Se adaptó a su lenguaje?

R.- ¡Hombre! Leía la prensa deportiva el lunes. Llegué a saber de fútbol más que mi marido.

P.- ¿Trabaja en soledad?

R.- Ya puede ir el metro a rebosar de gente que yo voy sola en mi cabina donde puedo pensar, planeo cosas, pienso historias…

P.- ¿Puede leer?

R.- No, tenemos expresamente prohibido leer o escuchar música. Tienes que atender al tren.

P.- ¿Ni llevar llaveros colgados?

R.- No, (RISAS), tampoco. Lo único que llevo son mis llaves y mi bolso.

P.- ¿Es la única que viaja sentada?

R.- ¡Qué a gusto! (RISAS), mientras los vagones van llenos de gente.

P.- ¿Cuántas millas submarinas hace?

R.- En kilómetros más de 130 kilómetros diarios. No todos seguidos, tenemos un descanso obligatorio de media hora.

P.- ¿Pasa por boxes como Fernando Alonso?

R.- ¡Justamente!, paradas técnicas… pero en nuestro caso entramos en nuestra sala de descanso, tomas un café y luego sigues.

P.- ¿Viene a trabajar en metro?

R.- Pues hasta hace poco traía coche pero con los parquímetros no puedo, así que dejo el coche en Santa Eugenia.

P.- ¿Todas las estaciones son iguales?

R.- Cada estación y cada línea son diferentes porque las hace el público, eso es lo bueno. Por la mañana curritos que miran el reloj, los de por la tarde más tranquilos.

P.- ¿Esperaría por un chico guapo?

R.- ¡Pues sí, esperaría por un chico guapo! Mis compañeros me lo preguntan y les digo: si tú abres a una mujer, yo a un hombre (RISAS).

P.- ¿Y porque dos se besan?

R.- No, aunque luego veo como se despiden tras el cristal. Escenas muy bonitas.

P.- ¿Su tren es un lujo?

R.- Sin duda, yo conocí una línea antigua donde los trenes chirriaban, les llamábamos las segadoras. Eran una invitación al heavy-metal.

P.- ¿El metro cómo se arranca?

R.- No tiene llave ni es de patada como las motos antiguas, cuando meto la rana se activa.

P.- ¿Qué es Madrid por debajo?

R.- Es una gran circunvalación de cruces de metros bien trazados, una autopista oscura.

P.- ¿Canta en su cabina?

R.- ¡Claro!, y me doy la vuelta y saludo a los viajeros, (RISAS). Más que cantar hablo sola.

P.- ¿Nota la responsabilidad?

R.- A la gente le parece bonito conducir un tren pero en realidad eres el responsable de todos tus viajeros, eso es más serio.

P.- ¿Los políticos cogen el metro?

R.- Al único que he visto es a Leguina, y a Esperanza Aguirre cuando viene a hacer inauguraciones acompañada del séquito.

P.- ¿Se nota la velocidad?

R.- Sobre todo cuando te cruzas con otro tren, en mi línea cogemos los 110 Km/h. Te da tiempo a saludar al compañero que viene de cara.

P.- ¿Florecen las plantas?

R.- Aquí no, salvo alguna maceta que puede traer una taquillera.

P.- ¿En qué estación está?

R.- En una época de mi vida fabulosa, cuando cumples los 40 estás mejor. Yo estoy muy hecha.

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