Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Venía corriendo desde atrás, con mucha fuerza. Es un tipo atlético a la vez que tocho como armario con pies de gato, y le pegó un empellón a Figo que lo vistió de domingo para salir de paseo con Laura Ingells.
Las cámaras del Angola-Portugal se fueron rápidamente hacia él y ahí apareció el look del defensa Manuel, Locó, Cange: rapado por completo pero con flequillo trenzado de fregona mojada. Quizá un homenaje al caballo jerezano. Los comentaristas se recrearon en el personaje, su aspecto daba para un curso de verano.
Está claro que uno acude al Mundial para ser recordado por su juego o para crear escuela por su apariencia. Ya que por el lado de la elegancia no se les puede adelantar a italianos y argentinos, queda todo un espectro sociológico que puede apasionar entre los que tienen a Belén Esteban como la Evita de los pobres.
Sin género de dudas que la cabeza de Locó va a ser el peinado de referencia en las playas de Cancún (ese lugar tan español), durante el próximo verano. En el Mundial, Ronaldo ha puesto de moda la cintura de jefe de negociado, y Locó, la cabra chota tirando a indómito pandillero. Así comienza a fraguarse una leyenda.
El éxito del jugador angoleño es que su imagen resulta de impacto, fácil de memorizar y sin necesidad de aprenderse una coreografía, ¿acaso alguien quiere ser recordado por haber hecho la cucaracha o el baile del canguro? El estilista de Locó es un genio (con Zidane llega tarde), nada que ver con el barbero de Sacar Knyazevich Kalashov, apodado el hombre invisible, un georgiano que se creyó todo lo que veía en El Padrino y que actuaba con la discreción de un banquero, seco a la vez que dañino.
En el futbolista Locó no hay deseo de pasar desapercibido: ya sea por sus tarascadas o por sus actuaciones como hombre piloto de la nueva era, no va a dejar a nadie indiferente. En los bares de la calurosa Angola donde se bebe cerveza a morro, es todo un ídolo, es el verdadero King Africa.
La diferencia entre un corsario y un futbolista respetado es una abultada cuenta corriente con el respaldo de un club poderoso. La mamá de Locó, que le alumbró el día de Navidad de 1984, está convencida de que su hijo tomará el té con la reina de Inglaterra. Se supone que para ese momento histórico Locó llevará unas pinzas. Su flequillo dentro de la taza sería el final del Imperio.
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Etiquetas: deportes opinión, el mundo