Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
No se encadenó, no cumplió con su palabra de inmolarse en el Paseo del Prado porque Tita Cervera, aunque pueda creer en la otra vida, está demasiado a gusto en ésta. Lo que hizo fue dar el cante y acabar aclamada como “alcaldesa” por un grupo de chalados que anteponen el ruido al fondo. Si la causa ecologista necesita de la ayuda de los terratenientes, es que vamos mal, (sería como ver a la duquesa de Alba junto al sindicato de obreros del campo reivindicando aceitunas para todos).
Insólita ciudad que aplaude a una aristócrata y recela de sus políticos. Que se sepa y hasta el momento la señora Thyssen no ha elaborado un pensamiento social coherente en toda su vida, y mucho menos ha participado con plataforma ciudadana alguna. Y lo que hace es mostrar su parecer con un poco de chantaje incluido: si no me gusta lo que hace el alcalde me llevo los cuadros.
Olvida la noble dama que se trata de un proyecto que irá en el programa electoral de Ruiz-Gallardón y, en caso de salir elegido, se convertirá en una realidad. Por lo tanto la capacidad es de los votantes, no de sus caprichos. Todavía no se ha inventado la democracia impulsiva, esa que dice que si algo no me conviene, no sigo jugando con las mismas fichas. Aún siendo el proyecto criticable, es legítimo.
Por otra parte debería mirar el alcalde por qué últimamente los parquímetros se han vuelto carnívoros y las aristócratas ariscas, no vaya a ser que una mano negra le mueva el agua.
Por lo demás, como si la baronesa se disfraza de paso de cebra. Su imagen de blanco riguroso y su presencia en una tribuna no deja de ser pintoresca. Eso sí que es un cuadro vistoso que ojalá olvidemos pronto.
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