Madrid de vuelta

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Cada año nos lo ponen más difícil, en esta ocasión además de la campaña macabra de don Pere Navarro en la DGT, también nos han puesto más kilómetros de atascos, más gasolineras llenas, unas tormentas de fin de siglo en muchos puntos del camino, más trenes y aviones a rebosar… y (a pesar de todo) volvemos.
Algo debe tener esta ciudad para que nos pasemos el año renegando de ella pero si te marchas cuatro días enseguida quieres estar de vuelta. Supongo que hay un Madrid utópico que es el resultado de muchas conversaciones de ascensor, donde nada molesta y la convivencia es idílica, una ciudad de las mentiras que nos creemos para andar felices por casa y que convive con el Madrid de las realidades. Durante la semana santa hemos echado pestes de la gran ciudad como es lógico, pero sin creérnoslo del todo.

Es posible que la situación ideal del madrileño sea pasar toda una vida planeando cómo viviría fuera de Madrid para no tomar esa iniciativa nunca, considerando por Madrid todo aquello que la vista alcanza hasta cubrir el horizonte. Y eso que la ciudad no te ata con cadenas de hierro ni con grilletes en los tobillos.

Por lo tanto el efecto del regreso, el conocido como palo emocional que produce el retorno, no es más que una forma de lavar la mala conciencia por haber renegado de Madrid. Todavía es pronto para conocer si hay una mutación genética del urbanita, quizá en los siglos venideros se encuentre una justificación masoquista a una forma de vivir en la permanente rebelión.

Es el único caso en el mundo donde una ciudad asusta de lejos pero seduce de cerca. Un amor mal llevado pero que goza de una longeva y extraordinaria mala salud de hierro. Aquí estamos.

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