No lo entiendo

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

El titular lo extraigo de las declaraciones del responsable de la Cruz Roja de Salamanca (Juan Antonio Pérez) después de una noche de curar heridos, calmar nervios y recoger sangre con fregonas. Sólo le faltó añadir: ?no es eso, no es eso?.
Uno tiene la idea de que observar las normas y ser buen ciudadano no es de derechas, ni de izquierdas, es de gente con sentido común. Lo contrario es hacer el bárbaro y destrozar la calle que es el patrimonio ciudadano que tenemos todos; hacemos campañas para que los niños no arrojen papeles al suelo y en cambio dejamos los contenedores al mal uso de los mayores. Allá cada cuál con su salud y la manera de entender el ocio pero no es de recibo acabar quemando objetos en la plaza de San Justo, ni enfrentarse a la policía en una noche larga, ni asustar vecinos, ni hacer el cafre como seña de identidad, ni corear insultos a la hora del sueño. Llegados a este punto se impone la contundencia de la ley para los que han incumplido la norma. Y que no vengan ahora con el cuento de que la sociedad tiene un problema, no señor: el problema lo tienen los que de la coacción hacen bandera, (los que han usado el botellón como excusa para terminar lanzándole pedradas a la policía y cortar las calles). Este es un asunto que no se puede controlar desde los ayuntamientos ni desde el gobierno, se trata de algo más básico: educación y respeto, (es de los conceptos que no se enseñan sino que se aprenden).
La extrema derecha y los grupos más asociales encuentran el caldo de cultivo en estas concentraciones donde la maldad se escuda bajo una bufanda oscura. Una ciudad en llamas no puede ser una capital moderna, muy al contrario. Lo que sucedió en la noche del viernes no puede ser tenido en cuenta como una anécdota de primavera, al loro porque la estupidez no tiene límite y parece que el concurso de cabestros ha comenzado. Son tan valientes que tienen que atacar en grupo, tan originales que embisten con la cabeza, tan bobos que destrozan aquello que les pertenece. Mandarlos a hacer puñetas me parece demasiado cerca porque luego vuelven como aves migratorias, que se vayan al diablo con su mala conciencia. Y que no se escuden en el colectivo pacífico que salió a beber con los amigos, ni usen a la juventud como parapeto; si tan machitos son que den la cara.
Cualquier gesto de comprensión con buenas palabras es inútil. Son cafres, (porque sean muchos y en oleadas más cafres aún). Su cabeza atestada de alcohol no les dejará tener un punto crítico, muy al contrario recortarán las fotos de la ciudad en llamas para su álbum de los horrores.

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