Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimado vecino catalano- madrileño: la mejor demostración de que a veces la política es cosa de locos y castigo de los dioses es la convivencia diaria, y por el número de catalanes en Madrid parece que la relación es buena, fluida, carnal (en algunos casos de manera feliz) y del todo saludable. Hasta el momento lo peor eran las dos semanas al año en las que el Barça se enfrenta al Real Madrid, tanto de ida como de vuelta, pero ahora tenemos Estatuto como garrota dialéctica, y una cosa es aguantar bromas de cafetería a costa del fútbol y otra muy distinta soportar comentarios ácidos. Llegado el caso es recomendable hacer como mi amigo Jaume cuando quiere disimular, su truco para hacerse pasar por madrileño es calzar en cada frase los términos: macho, tío, guay, guay del paraguay, tronco y chaval.
Aunque luego se le caen rodando dos lágrimas cuando ve un pa amb tomàquet, porque por mucho afecto que se sienta por los churritos y las porras siempre le tira a uno el sabor de la tierra.
Si aplicamos aquí lo que dijo Pujol de que catalán es todo aquel que vive y trabaja en Cataluña, madrileño es una condición que se obtiene por el mismo sistema, rellenando los mismos formularios.Es más, (salvo los abuelos del oso que empuja al madroño que eran del mismo Lavapiés), la amplia mayoría hemos llegado de otras partes, porque Madrid es un catálogo de acentos y de sentimientos, laberinto de lenguas, Torre de Babel a la española, una suerte de Arca de Noé que nunca termina de navegar por culpa de la puñetera sequía. El tópico dice que aquí nadie es extraño, (será porque muchos somos muy raritos).
‘Katalanes’ también en Vallekas con ka, será porque como diría un castizo «los madrileños nacemos donde nos da la gana» y puede ser uno de Sant Boi de Llobregat pero tener querencia al vermut de grifo y a las aceitunas de Campo Real aliñadas para deleite del paladar chipén. Y, porque desnudados de los tópicos regionales, todos somos en pelota muy parecidos ya que bebemos de las mismas emociones. No hay en Madrid ramblas pero sí Paseo del Prado, no hay Sagrada Familia pero sí descuentos regionales a partir del tercer hijo, no hay castellets pero estamos haciendo pruebas apiñando a gente en el metro. No hay monas de Pascua pero sí mogollón de guapitos por la cara que te hacen la pascua con el coche. Y, en todo caso, no sería Madrid la ciudad que es sin la aportación que le han hecho por todos los flancos, también el catalán. Madrit con te, una ciudad a la catalana en la que me consta que están ustedes molt bé. De res.
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