Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimado consejero Güemes… Póngase serio y tire de normativa, déle con la ley al empresario que incumpla con la seguridad, persiga al delincuente que de un tenderete haga un andamio, muerda y haga presa en todo aquello que se refiera a poner la vida en peligro de los trabajadores. A por ellos, consejero, y ni un muerto más. Si hace falta una multa como si son dos, o si es necesario llegar a la amenaza de cierre. No queremos centros de trabajo donde la vida sea un riesgo más que se asume sin mayor reflexión.
Nadie quiere esta mortalidad que amenaza en convertirse en mortandad, a un paso de la pandemia. Está bien que uno ponga el corazón en todo aquello que hace, pero nadie nos puede exigir que detrás del corazón vengan la piel y la vida. Somos limitados mortales y no los gatos de la leyenda que tienen siete vidas (ni ellos subirían a algunas obras desde las que se ve el vértigo de la muerte y la rabia que da el hambre). Desde lo alto de esas construcciones veinte siglos de explotación nos contemplan, por lo tanto ni un minuto más. Tolerancia cero, nadie hablará de los obreros cuando estén muertos.
Hágalo por el bien de todos y por los huérfanos del andamio que cada año aumentan. Si uno compara estadísticas, los datos cruzados son terroríficos; a pesar de las normas de seguridad, continúa el lento goteo de las ambulancias. Pero de los errores en el tajo parece que no aprendemos nunca. Obrero es el oficio de alto riesgo en la sociedad de la opulencia: unos obtienen la plusvalía y otros salen por la puerta del Anatómico Forense. El trabajador corre el riesgo de un artista de circo, o de un torero, pero ni se lleva la plata ni el brillo, no hay aplausos ni fama, en todo caso comparten el miedo, pero en su caso a muy bajo precio.Nunca salió tan barato morir por tan poco. Los soldados de las trincheras de Verdún al menos tenían ideales y una patria, en cambio los obreros enterrados por un corrimiento de tierras ni siquiera tuvieron tiempo de dejar una frase bonita para la posteridad.Se les vino el miedo de golpe antes de que se les llenara la boca de polvo y los ojos de tierra.
No se buscan responsables (para eso está la vía penal), sino seguridad para el futuro. Hasta los artistas del circo más roñoso tienen red. Duro con quien tenga que serlo, no le tiemble la mano porque no hay derecho a que cada mañana los que visten con mono azul (y van a morir), antes de hacer el paseíllo de los currantes, nos saluden. Como los tres que fallecieron ayer.
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