Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimado vecino… regulado: esto va por el que tiene coche, lo deja en la calle y se encuentra bajo el enorme paraguas de la M-30, (la almendra para entendernos), como decía la niña rubita de Poltergeist: «¡Ya están aquí !», lo pronunciaba de tal manera que helaba la sangre. El próximo día 1 llega el estacionamiento regulado a vuestros barrios, para amenizar la espera han colocado unos árboles metálicos bajitos que hacen las veces de expendedores de tickets, (máquinas que podrían tener un color más vivo, tengo un amigo que cuando aparca gasta el doble: aparca en azul y coge ticket verde y al revés). Ese mismo amigo se chupó cola de hora y media en la Junta de Distrito para hacerse con la pertinente credencial y jura que no había visto tanta burocracia desde que Noé hizo el casting para aquel viaje en barca que duró 40 días con sus 40 noches. Lo que es peor, le toca volver porque se dejó por compulsar la foto de cuando hizo la Primera Comunión y le faltaba la firma del capitán en la que aparece en la mili.
Como diría Alejandro Sanz, «No es lo mismo SER que estar», no es lo mismo ser regulado que estar regulado. El Ayuntamiento busca lo primero en beneficio de todos; para que muchos puedan circular es necesario que algunos no muevan el coche, esto lo dijo Perogrullo en un congreso internacional y le aplaudieron hasta hacerse sangre en las manos. El SER te defiende como vecino de que otros aparquen en tu barrio y te limita, como madrileño, a no coger el coche fuera de tu área de influencia salvo que tengas aparcamiento. De todos los intentos que han existido en Madrid para destaponar, éste parece el fetén, y mira que se han probado distintos trucos, hasta traer al cura que ofició la boda de Lauren Postigo por el rito batusi, y tampoco.
Piensa que la medida es la última que nos queda antes de que pasen unos señores de negro desintegrando coches con una pistola espacial, como en Men in Black. Idea pensada para conductores y que beneficia a los que no tienen coche porque pueden disfrutar de un paisaje insólito: su calle despejada. Si continuamos con los ejemplos cinematográficos, algunos rincones del barrio de Salamanca no se habían visto tan diáfanos desde que se rodó La otra vida del capitán Contreras (1955). Sólo un pero se le puede exigir a la autoridad: si los vecinos cumplen con la normativa y están al corriente de pago, que los restaurantes con aparcacoches eliminen la doble fila que es como la doble vida y persigan a los coches oficiales que aparcan donde quieren. O todos verdes o todos amarillos.
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