El curioso impertinente

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Cuando a Jules Hardouin-Mansart le encargaron ampliar Versalles y adaptarlo al rococó de la época nunca habría pensando que aquel palacio propio de reyes divinos algún día iba a ser pisoteado por excursiones de turistas, en especial de japoneses con la cámara al hombro. Si monsieur Jules levantara la tête le daba un sincope barroco, un espasmo de vulgaridad tres desagreable.Varios siglos después hemos descubierto que Magdalena Alvarez siente también náuseas ante las multitudes, su pequeño palacio alado, la nueva T-4 de Barajas ha sido mancillada por un público que entraba a borbotones sin la menor consideración, (algunos se llevan hasta la merienda y organizan bingos caseros, en breve es posible que barbacoas con sardinas).
A la ministra le pasa como a Hardouin-Mansart que concibió los espacios libres de gente, no debe ser igual de vistoso Versalles en la corte de Luis XIV que coincidir con una excursión de alumnos de instituto de barriada popular con ganas de marcha. En el fondo, lo que molesta es la gente.

Las explicaciones son todas de aurora boreal, según Iberia y AENA la culpa la tienen los viajeros, los trabajadores y los curiosos. Los primeros por no estar a la altura, los segundos por no dominar la situación y los terceros por incordiar. Pero la verdadera culpa la tiene el ministerio que montó una inauguración tan bonita que nadie se pudo resistir, en Madrid el pasado fin de semana o ibas a la exposición de Egipto en La Castellana o te metías en un autobús con los niños para disfrutar de la nueva pirámide aérea, todos apretados y mezclados: domingueros, pasajeros en tránsito y trabajadores del aeropuerto. Si la ministra no quería que fuera tanto público en vez de poner agradables chaquetas verdes tenía que haber repartido tíos antipáticos que dijeran inconveniencias a las visitas, de esa forma habrían huido los matrimonios que iban a echar la tarde y a mingitar en retretes de diseño. Debería haber calculado el ministerio que desde que se inventaron los tour-operadores a todo el mundo nos gusta ir a la vez a los mismos sitios. Ya sé que resulta molesto pero es real. También les pasa a los que se compran unos coches llenos de caballos pero cuando salen a la carretera se encuentran con el atasco habitual: su plan era perfecto, de nuevo sobra la gente.

Tome nota el presidente del Gobierno para que no le ocurra lo mismo en el nuevo edificio de la paz que pretende levantar también en Madrid, no vaya a tener un éxito tan multitudinario. Salvo que se hagan cursos de reciclaje de manías urbanas, los mismos que atascamos la T-4 estamos también dispuestos a acudir en masa al lugar señalado por Zapatero. Deben saber las autoridades públicas que nunca una buena acción quedó exenta de su justo castigo.Hordas de comadres, rentistas, mitómanos y ociosos están dispuestos a acudir sin que les convoquen, con las suelas sucias y cascando pipas.

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