Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Zapatero ha inaugurado la nueva terminal de Barajas a la que llaman T-4 pero también podía ser 5-C (Quinto Carajo). En los anuncios piden que vayas con tiempo, dicen que averiguar el enterramiento de los grandes faraones costó menos que encontrar las puertas de embarque. Para poner coherencia al batiburrillo de las prisas han puesto a unos hombres con chaqueta verde, ellos son los amos del laberinto, si les caes mal te pueden dejar dando vueltas cuatro días hasta que te recojan los barrenderos y te metan en el camión de residuos urbanos.
Y aquel metro glorioso que construyó Gallardón no lleva hoy a ninguna parte, entre la T-4 y la T-3 hay cinco días a caballo por las praderas de la especulación urbanística. A la alcaldesa de Belvis le han recomendado que si no puede soportar el ruido de los aviones que se marche, esos son las ofertas que no se pueden rechazar como decía el gran Corleone.
Lo bueno de la gran terminal es que todos llevan cara de excursionistas por el campo, maravillados y ajenos al espacio que contemplan. Perderse es el inicio de una apuesta poética de por vida. Si de verdad tuvieran sentido del humor los responsables del aeropuerto, sortearían las puertas de embarque en un bingo gigante, retransmitido por Bárbara Rey que es maestra tanto en fieras como en domados.
El guiri que aterriza cree que está en Madrid pero ignora que le esperan laberintos de espejos y trampas para cazar osos. En realidad cuando llegue a la ciudad habrá trascurrido tanto tiempo que habrá olvidado el objeto de su visita, se le habrá caducado el visado.
En la gran terminal sólo los que conducen las máquinas pulidoras saben donde está la puerta.
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Etiquetas: madridiario.es, opinion