Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Todo movimiento de acción provoca una reacción, no hace falta ser Arquímedes para darse cuenta pero está claro que los asesores de Zapatero no han calculado la reacción a la orden de no fumar.En torno a las 11 de la mañana, de lunes a viernes, se dan cita en la puerta de los centros de trabajo los irredentos, los que no pueden abandonar el fumeque. El resultado es un espectáculo visual de enorme agrado para el viajero curioso; por aquello de que el diablo se encarna en cuerpos hermosos las aceras se llenan de estupendas chicas que hablan de tú, fuman, ríen, además aceptan que les enciendan el pitillo y dan las gracias. Si querían prohibir el vicio nefando del tabaco, lo que ha conseguido el Gobierno es un gran anuncio de Altadis al estilo de los belenes vivientes: con gran despliegue visual.
España a las 11 es un catálogo de placeres turgentes donde se da cita el club de las chicas garbosas y el de los tipos enrollados.Y como se saben malditos y marginales estrechan más sus relaciones de tal forma que las posibilidades de ligoteo aumentan de manera descarada, gracias a una ley que viene a mejorar nuestros pulmones pero que en realidad lo que potencia es el músculo de la risa floja. Todos los que están en la calle saben que la norma va contra ellos, los inspectores de trabajo también y la ministra de Sanidad, que ejerce de maestra enfadada; por lo tanto han conseguido reunir al club de los últimos de Filipinas para crear el foro de conspiradores de la colilla. No hay nada que una tanto como tener a un enemigo común y poder escapar de la oficina durante unos minutos que tienen un gran componente de placer morboso.En los núcleos de gente joven y guapa se cuece la actualidad del día como en los conventos tejen la labor, a voz pausada pero con ritmo cierto. En la era del chat han descubierto el placer de la conversación cara a cara. Es ahí donde se habla del Estatuto, de la financiación, de lo que cuenta el periódico y de la carita lechuga mustia que se le ha puesto a Carod-Rovira. Es aquello que decía Tácito al medir la felicidad: cuando es lícito pensar como se quiera y decir lo que se piensa.
El resto lo hace un solecito adelantado de primavera que expone los cuerpos en la vitrina de la carne tostada, de aquí a verano el Gobierno puede tener una revolución en la calle con chicas estupendas de piel canela; imparables. Esa multitud ociosa tiene más peligro que un capitán del Tercio con un bic. El ser diferentes les coloca en situación de privilegio, (según decía Cabrera Infante no mata el humo sino la vida), por el momento sus mejillas sonrosadas no indican falta de salud. Muy al contrario su contemplación provoca el cosquilleo propio de los patios del añorado bachillerato.
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