Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Uno entiende que en el ejercicio de la profesión los compañeros de las teles busquen enfoques originales. Lo que no se comprende es que los políticos hagan el ridículo audiovisual y se presten con tal de chupar plano. Cuando a final de año hagan el gran zapping nacional, un programa de repaso a las imágenes de mayor impacto, que no olviden rescatar a Puigcercós ayer en su despacho.La secuencia no tiene desperdicio: el secretario general de ERC escribe en su ordenador y a la señal del cámara se gira en un escorzo forzado para decir: «Estamos trabajando para ver los puntos del acuerdo». Es decir, que nos tenemos que tragar que en el despacho del gran ideólogo se puede entrar por las buenas y que él responderá en castellano sin necesidad de ser preguntado.¡Vale!
La imagen recuerda a los voluntariosos que aparecen en los anuncios diciendo que ellos también lavan la ropa más blanca. De manera subliminal el vídeo se rotulaba con el mensaje de «enfado y plantón de ERC a Zapatero». También memorable cuando Puigcercós repasa con un lápiz un texto que no tiene un solo tachón, un subrayado o nota al margen. El único detalle que nos haría pensar que hay crisis es que esa mañana se había peinado peor, como el que no está para gominas.
Suele pasar que cuando uno no está en su papel actúa mal. Los vídeos de Carod en el puente aéreo los repiten mucho, siempre con el móvil en la mano como la Obregón cuando quiere hacerse la interesante. En Madrid tiene porte de embajador de país caribeño; cuando regresa a Barcelona, le cambia el aspecto y se muta en irritado pasajero. Es más, al desparecer por una puerta lateral (se supone de autoridades), también pudiera ser que va a poner una reclamación a la compañía por servir copas de vino español a bordo.
Si hacen la prueba de agudeza mental y le ponen una capa, Josep Lluís parece el hombre bala del circo: bajito, bigotudo, solemne y arriesgado. Lo del mosqueo es comprensible, es como si la novia se casa con otro cuando ya tienes las toallas bordadas. Y a falta de una novia Zapatero se ha buscado dos: convergentes y chicos de la zona alta. Su foto de contubernio le ha estropeado el hígado, ya no es la única zarza que arde en el desierto.
En los cenáculos más iniciados se cruzan apuestas: el próximo astronauta español no será Pedro Duque sino Carod. El lanzamiento será desde Cabo Moncloa en un cohete llamado Tripartit, el Gobierno se ha preocupado de que no le falte detalle en la nave: varias constituciones para arrancar sus hojas, unos cuantos álbumes de fotos con agravios diversos y un espejito mágico que siempre le dé la razón. El proyecto es científicamente de primera división; ahora bien, yo que él me fijaría en si el billete tiene fecha de vuelta o el cohete es de piñón fijo.
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