Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
No está muy claro que una vida sana le haga a uno más feliz, pero al menos le pone el cuerpo a tono y como están los tiempos conviene estar en el peso ideal. Después de la campaña contra los fumadores vendrá otra contra los bebedores, (sabido es lo que perjudica al hígado ajeno que alguien se esté pegando un pelotazo a menos de medio metro), y luego? finalmente? vendrán a por los gorditos. Una brigada de comisarios pertrechados de una romana y de unas pesas, irán casa por casa a la búsqueda del rollizo ciudadano.
Entramos en la recta final de la felicidad. La duda es saber quién llegará antes: papá Estado para ponernos en forma o los pollos de Turquía para acabar con nuestra existencia. Comparado con la gripe del año mil lo que se nos avecina es peor que un ataque nuclear.
La Comunidad ha puesto en marcha una campaña para ayudar a comer de forma saludable, es decir que tampoco podrá darse al placer de las patatas fritas, los cacahuetes y los desayunos cargados de carbohidratos (es la palabra cursi que utilizan para denominar a los churros y porras). Muerto el paladar, muerto el hombre.
Lo dicho: chándal y al gimnasio para ponerse tipin de la muerte antes de que un inspector regional nos afee la conducta, o nos ponga una etiqueta amarilla en la solapa con la que quedaríamos marcados para siempre.
La boca siempre ha sido fuente continua de disgustos, que se lo digan a las folklóricas que cuando hablan sube el pan, o a los ministros sin ir más lejos.
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Etiquetas: madridiario.es, opinion