Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimados ‘traceurs’ (traducido podría ser el comando pá-habernos-matao): ya era hora de que alguien reconociera de manera pública y rotunda que el camino más recto entre dos puntos es la línea recta; hemos llegado a un momento en el que la obviedad es revolucionaria.Y, si en el trazado se encuentra un puente, banco, vehículo o valla, se salta y en paz. Vuestro movimiento combina lo original con lo circense y lo popular, por lo tanto tiene pinta de calar hondo, y lo mejor es que viene de una filosofía urbana, de ser saltamontes del asfalto aprovechando los accidentes geográficos del paisaje. Es como la canción: no hay río grande, ni valle, ni montaña que no sea capaz de cruzar por ti. Allá que voy pero siempre con una preparación física en condiciones, uno que se trague una farola no es un traceurs sino un torpe imperial, un toli; los tontolabas no puntúan en esta categoría.
Recomendación inteligente la que recoge vuestra web: antes de saltar los jardines es recomendable «inspeccionar la zona porque no es muy agradable una boñiga de perro estampada en la espalda».O los colmillos del mismo perro alojados en zona blanda. Es elogiable que le hayáis encontrado la parte divertida a trotar la ciudad, una cosa son los caminos trazados y otra los que nos quedan por descubrir. La aventura comienza cuando te sales de una vereda y pruebas a ver qué pasa, dicho sea con todo respeto por la propiedad privada salvo por los enanitos de jardín que son de un mal gusto contagioso. Saltar la ciudad es algo que bien conocemos los madrileños.Entre Tarzán de liana en liana y pasear el carrito de un niño por una acera cualquiera no hay grandes diferencias, cambie usted los cocodrilos por cívicos convecinos que cruzan sus coches.Lo que no les recomiendo, por el bien de su salud, es que hagan yamakasi por las obras abiertas, mucho cuidado con caer en una zanja bíblica de las que conducen directamente a los calores del infierno. Hay riesgos a los que no conviene enfrentarse nunca.
King Kong puede ser su ídolo, el gigante mono caminó por Nueva York en línea recta hasta llegar a lo más alto del Empire State.Él también lo hizo por amor al riesgo, y por supuesto por sostener a la rubia en la palma de su mano. ¿Qué la gente se asustó al verle caminar como un tanque?, ¡es posible!, pero jamás olvidaremos la cara de placer de la chica y la respiración cariñosa de Kong.También Romeo escaló el balcón sin esperar a que los Thyssen patentaran la plataforma del ascensor. Si no te saltas las normas (alguna vez) nunca sabrás lo que es bueno.
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