Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimado amigo… Llegado el momento final, cualquier solución es triste, ya sea fosa, nicho, columbario, panteón o urna funeraria. De los egipcios a la fecha se han parido todo tipo de opciones para transitar al más allá de la manera más decente (como todavía no ha regresado nadie no sabemos cuál es la fetén). Ya sea a lo Ramsés, en plan elogio de la venda, o a lo cinematográfico, con banda de música, disparos de salvas y tormenta, al final hay que irse de este mundo de alguna manera. La novedad la aporta una empresa que convierte las cenizas en un diamante con medio kilo de persona reducida; según los expertos, una vez pasados por el horno pesamos entre kilo y medio y dos kilos. A eso en mi colegio le llamaban el mínimo común denominador. Como dice mi amigo Pablo, icono-plasta convencido: «Total, la abuelita se te queda en nada».
Diamante tallado, se le puede dar la forma que se quiera y se consigue convertir una tragedia familiar en un objeto de lucimiento personal (conseguir que la pena brille es un acto poético). Por muy malo que fuera el pariente, al final mejora gracias a esta operación de ingeniería cadavérica en la que interviene la Física. Si en el TBO publican una máquina de deshuesar abuelitas para hacerlas joyas, nadie se lo hubiera creído. La opción es mucho más ecológica que lanzar cenizas al viento. En la última limpieza del lago del Retiro aparecieron varias urnas; se ve que llevado por el fragor del encuentro al portavoz familiar se le escapó el bote de las manos y «¡chof Mariano, que descanses en paz!».
En Estados Unidos hay una empresa que las lleva al espacio, allí están el creador de Star Trek y también el actor canadiense James Doohan, el inolvidable Scotty, dando vueltas por la lejosfera sin problemas de aparcamiento. También hay quienes las sueltan en cohetes que revientan y esparcen las cenizas como si fuera el día de la patrona, dejando a los presentes con una sospechosa «caspa oscura» en la chaqueta.
Nada como ser un diamante. Ni aquel socio del Betis que llevaba las cenizas de su padre al campo metidas en un bote de tetra-brik para que no se perdiera la Liga. Ahora bien, si usted es abuelo y ve cómo se le acerca el nieto con un bonito colgante, pero sin piedra engarzada, vaya mosqueándose porque sólo quiere medio kilo suyo. El resto, hasta los dos kilos chamuscados, igual se marchan por el desagüe, que es la versión posmoderna de Las Coplas de Jorge Manrique; por ese agujerito todos vamos a dar a la mar.
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