Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimado Javier Gómez, en vez de conformarse con engrosar el club de los corazones solitarios del Sargento Pepper s, usted y su chico han decidido dar un salto por encima de las recomendaciones del partido y de las críticas malvadas de comadres instaladas en el despelleje bienpensante. Cierto es que los dos manejan un arma indestructible: el cariño, toda historia de amor es siempre un misil. Se quieren (y se nota); se quieren y lo dicen; se quieren y lo van a firmar ante la superioridad administrativa correspondiente.
La decisión de Rajoy de recurrir el matrimonio gay les ha animado adelantar el compromiso; para luego es tarde. Hartos de pintar sus nombres dentro de un corazón de tiza en árboles talados por las obras de la M-30, ahora están a la espera de que un artículo del Código Civil los una en matrimonio. En lugar de castigarlos deberían darles una recompensa; sólo los curas, los gays, los empresarios de salones de bodas y los pasteleros, creen en el matrimonio; los heteros están de un pasota asombroso. Reconforta saber que hay gente que cuando piensa en bolsas de arroz es para algo más que una paella.
Gallardón es el cura laico que han elegido para la ceremonia, le piden que se enrolle y haga de alcalde rosa, (igual lo habrían tenido más fácil con Esperanza Aguirre, que es comprensiva con la causa). Si lo consiguen, habrán abierto una puerta importante en un colectivo que revienta armarios, (más desde que se sabe objeto de recurso contencioso). Además, el alcalde esta vez lo tiene complicado para delegar, no creo que Ana Botella tenga un hueco en la agenda. Su boda será cósmica y recorrerá el abanico político con gozoso deleite, la presencia de Zerolo y de Trinidad Jiménez la tienen garantizada. En el partido tienen que cuidarle como especie única. En lugar de haber pedido la baja, usted ha preferido afrontar el tsunami de las críticas de frente, y si dicen que digan. No en vano su chico, y usted, llevan años luchando en COGAM para que la igualdad sea algo más que un deseo. No se iban a echar atrás por ser aburridamente correctos.
Boda como Dios manda añade, no un paripé, sino el ejercicio de un derecho que le fue dado por el Parlamento con los votos en contra de su partido, que también tuvo gloriosas excepciones a título privado. Pétalos de rosa y bandera arco iris de nuevo en el balcón del Ayuntamiento de Madrid. Chico quiere a chico, matrimonio con todas las letras, hasta que Acebes les separe pero eso (como decían en Las mil y una noches) será otra historia.
Compartir: