Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimado inmigrante: fue un día grande el de ayer para reunirse, comer algo, bailar más y disfrutar de un acento común sin el menor de los complejos. Una cosa es la corrección purista del lenguaje y otra el uso del habla, moneda corriente con la que nos despachamos a diario. Madrileño es el que trabaja y habla en la vieja lengua de Cervantes; aunque sea un Cervantes pasado por Rumanía, Paraguay, Ecuador, Marruecos o la Conchinchina, en la forma de mover la boca no hay diferencia sino riqueza.Hay que darle las gracias por traer hasta aquí un nuevo sentimiento lúdico de la vida y ponerlo a compartir encima de una mesa. Bien pensado no es que su alegría sea excesiva sino que contrasta con la sobriedad de asceta del castellano viejo, persona de pronóstico grave que arrastra un complejo de pena desde el hundimiento de la escuadra de Cervera en Santiago de Cuba, aun sin tener un sentido exacto de la Historia. Tragedia genética lo llaman.
Recibimiento espectacular en el aeropuerto no le dieron especialmente, no hubo flores y besos por parte de la reina de las fiestas.Al revés: de la clandestinidad laboral se ha ido haciendo un hueco hasta conseguir los papeles (o tal vez sueña con ellos).Incluso se ha tenido que enfrentar a empresarios sacamantecas que se han aprovechado de su ternura, y también ha tenido que escuchar gritos de estadio que le afeaban el color de su piel.A pesar de todo, el 12 de octubre lo ha señalado en rojo en el calendario para festejar el orgullo de haber llegado hasta las costas de Madrid, proeza que eleva a categoría de acontecimiento intercultural. Lo bueno es que se haya integrado en esta sociedad para contribuir en sus trabajos y también compartir sus miserias, por lo tanto tiene derecho a darse un homenaje civil y extender un cheque de felicidad parcial.
Nadie le asegura que el resto de sus días vayan a ser un cuento de hadas, ni mucho menos. Lo importante es seguir celebrando, año tras año, el encuentro entre gente dispar y dar sentido al primer viaje de Colón, aquel marinero que logró que la Historia fuera global y el mundo se achicara. Todo lo que sea contaminar bienvenido sea; al chotis le hacía falta una pasada por el merengue, y al chulapo encontrar una cadera que se moviese con más azúcar.Dicho sea también en beneficio de la chulapa que alegra el ojo con las danzas del Caribe, ritmos infernales para el castellano viejo. Es la integración de los placeres, de cuando la raza (término perverso) se convierte en carne festiva, ya sea carne sensual o a la parrilla. Da lo mismo.
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