La cucaracha y otras monadas

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Si partimos de la base de que cualquier cosa que ocurra en un campo de fútbol ha sido previamente ensayada, (salvo la improvisación natural del balón), nos daremos cuenta de que la cucaracha es una estupidez de un entrenamiento. De esos momentos en los que, como el diablo no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo.Lo malo es que se contagia, y esta semana ya van no sé cuántos escolares con la espalda escocida; si se forma una melé deberemos tener presente que el último en llegar es el gordito que hace de portero.
El presidente del Alavés y los brasileños del Real Madrid se han cruzado la cara durante estos días a base de comentarios.Roberto Carlos anuncia nuevos bailecitos a coro. De algo tan nimio se ha liado una bola que casi llega al Defensor del Pueblo: el derecho de cada uno a expresar su entusiasmo con danzas tribales.A Piterman le descalifican por haber salido desnudo en unas fotos, y éste a su vez dice que Ronaldo es un inestable en sus relaciones, (cuando en realidad es un piloto de pruebas de modelos bravas, cosa muy distinta). Si de verdad hicieran exámenes psicotécnicos para ser futbolista de elite, o directivo de club, nos íbamos a llevar grandes sorpresas: tipos hechos y derechos pierden el sentido del ridículo por una borrachera de popularidad.

Queda claro que cualquier situación desesperada es susceptible de empeoramiento, como decía Groucho, y que las sandeces son más contagiosas que las ladillas. Lo que empezó siendo una gracia de Kiko, aquello del indio que lanzaba flechas, ha degenerado en pasitos horteras de discoteca de pueblo, en actividad de monitor de crucero. No había pasado tanta vergüenza ajena desde que el Consorcio ejecutaba la coreografía del Chacachá del Tren; ciertamente penoso.

Más o menos teníamos superada la moda de la NBA de ¡choca los cinco!, cuando aparece la cucaracha blanca. Incluso había pasado la gracieta de hacer la cunita con las manos, que también era un agravio contra la moral y las buenas costumbres. El abanico de chorradas es amplio: ¿por qué no el baile del gorila, el del pañuelo, el de la mané, el de las Supremas de Móstoles? Los equipos de fútbol deberán contar con un asistente más: Poti, el coreógrafo del programa de Anne Igartiburu, que ha conseguido hacer bailar a Romay. Romay bailando vals es como Bush merendando tortitas con sirope, una imagen difícil de olvidar.

Cuando la cucaracha alcance el nivel de los partidos de solteros contra casados en urbanizaciones de las afueras, o de convenciones de empresa, podremos decir que estamos muy perjudicados. Pero hasta ese momento nos queda diversión para rato: cada motivo del día tiene un bailecito. Se puede explotar la línea de los bailes regionales, recuperar la Yenka, se pueden editar libros con danzas antiguas de lluvia y fertilidad. Este asunto promete diversión y coña marinera, nadie se conforma con levantar los brazos y esperar a que los compañeros le estrujen, eso es una antigüedad. Es posible que le llamen Liga de las Estrellas porque algunas cosas son cósmicas, brutales a ojos de telescopio de aficionado. No estaría mal recordar que les pagan como jugadores, no como dantzaris de arriesku.

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