Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Presidenta y alcalde, excelentísima pareja de hecho oficial: con tremenda emoción adelantan ustedes el retorno de las oscuras golondrinas, el canto de los cisnes y los conciertos de arpa.Se nota el buen rollito, ya los miembros de la Corporación municipal pueden pasar por Sol sin temor a que les caiga una maceta (y los de la Comunidad cruzar la Plaza de la Villa sin que se los coma un tigre). Y ha sido de repente, como son los flechazos; en menos de cuatro días han bajado al Metro juntos y se han puesto de acuerdo en la gestión del agua. ¿No es hermoso? ¿Para cuándo la tarta? Podría decirse que gobierno y oposición han llegado a un acuerdo, si entendemos por oposición la pascua mutua que se han estado haciendo durante meses, festín de desplantes al que la verdadera oposición asistía comiendo bolsas de palomitas.El acuerdo lo resumiría perfectamente aquella anciana repintada que vendía chistes de amor en la puerta de los cines en la calle Fuencarral, chistes de amor a un duro.
Ilógico y sin sentido sería hacer recuento de los feos desencuentros, plantones, medias palabras y palabras de grueso calibre que se han lanzado. Tirar de hemeroteca no parece muy elegante: las patadas deben quedarse en el campo de juego. Esta copla de ciego o romance urbano tiene música de Karina y estribillos de grupos yeyés: «Olvidemos el pasado y volvamos al amor, ¡oh yeah!». Incluso podrían darse a la imagen flower power de los trajes de lino y las camisas estampadas. Tampoco es prudente recordar quién ha puesto más y quién menos en este acercamiento (¿definitivo?, ¿eh que sí?), pero se ha producido cuando la presidenta ha querido.A su reclamo ha acudido el alcalde con la firme voluntad de no restregar nada que pudiera resultar ofensivo. En toda pareja de baile siempre hay uno que marca el compás y otro que hace esfuerzos por seguirlo; sin ese requisito no hay vals posible.No le llamen imposición sino inercia.
El amor institucional en los tiempos del Estatut es así, anida en las ventanas como si fuera una sorpresa otoñal, un calambre en la tripa, Cupido nunca tira a dar. Puestos de acuerdo en que el enemigo no vive en casa, queda la duda de saber por qué no pactaron antes el final de la tensión. Me temo que esa respuesta nos la vamos a tener que inventar. Una vez leído el final en el que se dice que comieron perdices, los personajes del cuento se disponen al arrumaco sin testigos. Tendremos que esperar a que los enanitos nos pasen la información.
Compartir: