Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimado presidente de la Galaxia Blanca… ¡Pues no es usted previsor ni nada! No sólo controla los negocios de la construcción y el equipo con la plantilla más florida del mundo, sino que además tiene una escuadrilla de aviación. Lo suyo es como el título de aquel viejo programa de la tele dedicado a la milicia: «Por tierra, mar y aire», no se les escapa una (paloma, digo).Gracias a unos halcones con mirada telescópica, en el Santiago Bernabéu no hay una paloma de vuelo bajo y esfínter suelto. Eso no lo saben los espectadores, que le deberían estar muy agradecidos por haberles evitado una inoportuna y engorrosa plasta en la montura de las gafas; quizá de los accidentes que provocan las palomas lo más ridículo sea limpiarse con un pañuelo mientras uno mira al cielo buscando qué alumno de von Richthofen ha sido.
Gracioso es que el equipo de halcones lleve el nombre de los jugadores del Real Madrid, ¿será también pichichi el compadre alado de Ronaldo? ¿Es verdad que a veces el otro Raúl se cae en el área y simula que ha sido penalti? Pregunta que hago sin ofender y con la simple curiosidad de un amante de la cetrería.Además, mirado desde el punto de vista de lo estético (algo que cuenta mucho en una sociedad de la imagen), tener halcones le otorga a usted un aspecto de personaje de El Señor de los Anillos.Ahora entiendo por qué nunca hay palomas en el Bernabéu y me pregunto con horror qué pasó el día en el que soltaron unas cuantas para celebrar la última Liga, ¿se las comieron los halcones? ¿Dio orden de que hicieran la vista gorda?
Se amontonan las preguntas. ¿Qué pasa si un día no hay palomas: pueden estar seguros los que lleven peluquín o han de cantar gol con las dos manos en la cabeza por si aparece el halcón justiciero? Tal y como afirma el dicho popular, cuando hace mucho frío no se ven gaviotas. ¿También cuando hace un frío de «emociones» no se ven halcones?
Su lucha ecológica contra las palomas sueltas es loable. Mientras no se estudie a fondo su aparato digestivo y el porqué de su continua disentería nadie estará a salvo. Quizá la culpa la tengan algunas personas que les dan de comer porquerías en los parques, así se retuercen en vuelo las pobres. Puestos a completar la escuadrilla campeona, le recomiendo la adquisición de señoriales avutardas que den sombra en el césped. Sólo faltó el domingo que, después del penalti, una paloma se soltara sobre el pelo rubio de Cañizares. Además de gol, falta de respeto.
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