Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Papás y mamás… que atascáis las entradas de los colegios: me pregunto qué fue de aquella bonita costumbre que consistía en llevar a los niños al colegio, de la mano, y dejarlos en la puerta para que ellos entraran en desordenado tropel. Claro que esa estampa se corresponde a una época en la que los padres no diseñaban la educación de sus hijos en función de futuras relaciones sociales, ahora es distinto. Los hay que cruzan la estepa siberiana, dos veces al día, con tal de soltar al niño en un colegio de futuro.La política y los negocios nos han mostrado la importancia que tiene caer junto a un buen compañero de pupitre. Pocos se paran a pensar que le añaden al niño una innecesaria dosis de estrés y le exponen a la escucha de las lindeces que se oyen en el tráfico urbano matutino, amén de los peligros del tráfico rodado. Si el padre suelta por esa boquita barbaridades que harían palidecer a un cochero otomano, luego no querrá que el niño no diga palabrotas delante de la abuelita.
Mejoró el modelo de educación con respecto al de nuestra niñez, pero nadie se ha parado a pensar que también la familia forma parte del proyecto educativo. Los alumnos de hoy están atendidos por un profesorado más capaz y atento, en cambio lo que ha degenerado es la actitud de los padres con sus hijos. A enchufarles el deuvedé cinco horas le llaman tarde de domingo y a meterlos en el coche camino de la oficina le dicen dejarlos en el colegio. En algunas ocasiones los chicos tienen que sortear tres filas de vehículos más para llegar a la puerta del centro. La despedida alejada de todo formalismo afectivo más que dos besos y toma el bocadillo, es un: niño corre que tengo prisa, ya vendré a buscarte por la tarde. Con semejante estrés no resulta raro que el niño piense que su padre es un fugitivo de la justicia que huye antes de que le pongan una multa por estacionar en doble fila. Además, por ir en el coche, los críos están expuestos a las radiaciones de las tertulias, (ya tan jóvenes pueden sufrir crisis existencial y agobio por el futuro de España).
Educar es también caminar juntos, a pie o en transporte público (donde muchos aprendimos la tabla de multiplicar) o en todo caso dejarlos en una ruta del colegio. El egoísmo del coche particular no sólo atasca calles, también enturbia las relaciones familiares.Algunos van tan acelerados que la llegada del niño parece el desembarco en la playa de Omaha, esto es cosa de menos caballos y de más afecto. Si pusieran cestas de mimbres gigantes los tirarían por la ventanilla sin bajar el volumen de la radio.
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