Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimado Gallardón… En sus manos encomendamos nuestro espíritu ahora que le toca ser alcalde de Madrid y presidente interino de la Comunidad, al mismo tiempo. El tamayazo dejó caras para el recuerdo en la Asamblea; la de Simancas era la de Luis XVI segundos antes de subir al patíbulo, mientras que Esperanza Aguirre balbuceaba y a usted si le pinchan no le sale sangre. Iba de invitado, de acto festivo de fin de curso y le tocó manejar el desastre, ejercer de hermano mayor de la izquierda consternada y de los suyos fuera de contexto. Es como si vas a una boda de testigo y te piden que hagas de novia, (insólito episodio cañí).Cuando le pinten para la galería de ex presidentes de la Comunidad dígale al artista que le capte ese gesto.
Ahora ni un catarro, ni una tos, ni un dolor de cabeza. Ni un susto, ni una gastroenteritis, ni un juanete, ni un grano. Cuídese todo lo que pueda, no se puede concentrar más poder en una sola firma. Mucho cuidado con la distensión muscular, si está cansado y se tiene que levantar a por las gafas, nos llama a la ciudadanía que para eso estamos. No vaya a ser que por un tirón inoportuno le den una baja provisional de 15 días. Estamos hechos a la sorpresa, curados del espanto de los fuguillas enmascarados, pero no a muchas emociones fuertes muy seguidas. Los que decían que iba para candidato de la Moncloa tienen razón: comparado con el trabajo que le espera en Madrid, la Presidencia del Gobierno parece una semana en el balneario de Panticosa. Machín le cantaría: «cómo se pueden llevar dos gobiernos a la vez y no estar loco». Va a tener que inventar el reloj de 40 horas y aún así dormir poco.
Además de su labor ejecutiva en dos frentes, le toca sostener la credibilidad institucional y contagiar a la ciudadanía un poco de calma para que no cunda el desánimo poselectoral. A la vez dosificar el entusiasmo popular ante la crisis en la otra acera y mantener la cara de los socialistas, mientras que Ferraz comienza a parecerse peligrosamente al Atlético de Madrid: se resignan a la permanencia. La culpa es de Pepiño Blanco, un míster flojo que no ensaya jugadas a balón parado y le meten goles en propia meta.
Mientras las aguas se tranquilizan, le ha tocado ejercer de padre de familia numerosa con hijos díscolos. Ya sólo le falta que Cibeles le diga que se ha quedado embarazada de Neptuno, y le pida que la lleve al altar. O que Casillas se lesione y le llamen del Real Madrid para jugar la recta final de la Liga.
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