La casa cuna

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Estimado Rafael Moneo… le tenemos que dar la enhorabuena porque la maternidad de O’Donnell le ha quedado algo mejor que bien. Dice usted que en los edificios suele primar la belleza y se subordina la utilidad, pero que en este caso se ha aplicado para que sea al revés. Se nota. Ha merecido la pena esperar tres años y medio, incluso pasar por la absurdidad política de inaugurarlo dos veces, tremenda mamarrachada. Hay un teorema, que no está escrito, que afirma que todo político que se aproxima a una obra experimenta una atracción por inaugurarla proporcional al morbo que le provoca. Y los políticos no lo pueden evitar, porque una cinta para cortarla con unas tijeras es para ellos tan erótica como un virgo abierto (nada que ver con un libro abierto). Ya si tienen que ponerse casco es el paroxismo electoral.
Placer es la palabra que define el primer vistazo de su maternidad.Dan ganas de tener muchos niños por mucho que duela y por más que cueste mantenerlos; París va a perder el primer lugar que tenía como destino de los bebés del mundo. El edificio es para no perderse detalle: cristal, espacios amplios, generosidad de luz, pasillos amables, anchura suficiente, y en la azotea una pista para que aterricen cigüeñas. Ese es el detalle que más me gusta: yo no sé por qué las maternidades hasta hoy no habían contemplado lo de la cigüeña, ¿es que acaso quieren que entren por la puerta, con el niño en el pico, como el repartidor de pizzas? Todo aquello que se pueda hacer para dignificar el momento de un parto, se agradece. No es por señalar, pero hay edificios que dan miedo nada más verlos de lejos, quizá por eso hay muchos niños diezmesinos. ¡Dónde va a parar -parir- en un lugar en condiciones, en vez de hacerlo en un camastro apilado, sin luz, sin espacio, con una cierta sensación de espectáculo público!

Lo mejor de la nueva casa cuna de la calle de O’Donnell es que parece un amplio hogar. Las madres pueden sentirse como en casa: donde deberían nacer los niños siempre que no haya complicaciones técnicas. Todavía quedan edificios en los que los bebés nacen con una póliza debajo del brazo y enseguida los empaquetan como mercancías camino del nido, (uno nunca sabe si los pesan como carne y los lavan como trofeos de caza). Por lo tanto, se agradece que haya una sola cama por habitación, un espacio propio para que las madres se recuperen y para que puedan descubrir el misterio que es la cara de un nuevo hijo, el mapa del afecto carnal.

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