Gustavo Pérez Puig

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Menos mal que nos queda Gustavo, el último surrealista pero con ganas de trabajar. Mientras que los surrealistas puros se dedicaban a dilapidar el talento en charlas de café (con leche), Gustavo Pérez Puig se hacía joven maduro, esto es, acumulador de experiencias para luego poder transmitirlas. Gracias a su labor escénica (y de maravilloso orador) ha trascendido el carácter puro de Jardiel, Tono, Mihura, Gila y tantos otros que hicieron del humor un arma dialéctica. En aquellos años de aislamiento internacional nuestros autores descubrieron que España no tenía techo y por ahí se escapaban de la censura y la ruindad. Nunca la imaginación estuvo en una cartilla de racionamiento.

Gustavo Pérez Puig convenció a Miguel Mihura para estrenar “Tres sombreros de copa” cuando apenas tenía 21 años, (ya calculaba la dimensión enorme que tendría la obra). Han pasado cincuenta años, varias obras magistralmente realizadas en Estudio 1, en TVE, dos veces el Premio Nacional de Teatro, la dirección del Teatro Español? para que finalmente Gustavo y Mara Recatero triunfen en el Teatro Príncipe Gran Vía.

Gustavo se lo merece, por entrañable y por buen teatrero. Una decisión administrativa y miserable le apeó de la labor del Español y ahora puede resarcirse con una obra divertida que marcará la temporada de este año. Cada tarde el teatro se aprieta de gente que ríe y gira en su butaca mojada en lágrimas de risas. Mihura resucitado doblemente, por un lado en cine con Garci y por otro en escena con Pérez Puig, recupera su centenario de verdad.

Madrid tiene en Pérez Puig a uno de sus hijos más ilustres, más trabajadores y más afectuosos. Dicho sea sin que sea una defensa sino más bien un reconocimiento a quién piensa como siente y se expresa con lenguaje de pulcro caballero. Aunque su ideología se sitúe a años luz de quién esto firma, debo reconocer su visión de la amistad por encima de la política.
Sospecho que la cigüeña desvió el envío cuando en realidad tenía que dejar a este Gustavito jovial en casa de los Hermanos Marx. Por suerte para nosotros se instaló en Madrid y aquí ejerce, cada tarde, de nervioso recepcionista en la puerta del teatro.

Puede que prohíban fumar pero a Gustavo Pérez Puig nadie le puede quitar el talento.

Compartir:

Etiquetas: ,

Deja una respuesta

*