Casualmente todas las víctimas son negros o pobres

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

PARA interpretar la realidad de los Estados Unidos serían más útiles los consejos de un brujo sioux que los de un economista de Wall Street. Las palabras del acalde de Nueva Orleáns en las que pedía “que alguien mueva su culo, ya sea gobernador o presidente, y venga hasta aquí”, son para incluirlas como enmiendas de la Constitución del país que pasa por ser cuna de la libertad y potencia del orbe. Esto último ya no es cierto, en Estados Unidos no funciona la sanidad, está en quiebra la seguridad social, la libertad es un chiste y la igualdad ya vemos en qué charco se ahoga.
¿Es casualidad que todas las víctimas que salen por televisión sean negros, pobres o hispanos? ¿Qué diríamos de un país europeo que no tuviera una buena red de transporte público? ¿A quién le importaba que los diques de contención del agua llevaran años sin revisar porque el dinero se va a renovar cañones y uniformes? En Estados Unidos la cuestión pública, la calle, se ha abandonado a merced de pobres y transeúntes. Ignoran lo que en Europa le dedicamos tanto tiempo de nuestro debate y que viene arrastrando desde el siglo XIX: la construcción de un espacio público común. Ellos, en cambio, optaron por el individualismo y así les luce el pelo. Ya quisieran tener un tren de alta velocidad de última generación como en Japón, o en Europa, o unos aeropuertos como los que manejamos por aquí. En la ciudad de Miami los bomberos dependen de cada barrio, y así los más ricos tienen unos medios espectaculares y los desfavorecidos poco menos que se manejan con cubas de antes de la II Guerra Mundial.

Al traje del tío Sam le salen brillos y se le han descosido los bajos. Y a todo esto la imagen de Bush sobrevolando la zona en el Air Force One, recuerda el final de El Planeta de los Simios, cuando Charlton Heston se pasma ante la Estatua de la Liberad hundida. Bush en su avión era un mono pasmado.

Dos meteorólogos de cierto prestigio, Philip Klotzbach y William Gray, dicen que existe un 43 por ciento de posibilidades de que llegue otro huracán mayor que Katrina en septiembre, y para entonces no habrán terminado de recoger cadáveres, sería como echar sal en una herida abierta. Mientras tanto la única orden práctica que se ha dado es que el Ejército tire a matar si fuera necesario, (en algunos casos llegarán tarde porque ya estarán muertos). La paradoja liberal aflora de una manera hedionda, ya no es un pobre submarino ruso, ni un ciclón en Asia, ni siquiera inundaciones en África. Ver a la primera potencia de rodillas nos lleva a preguntarnos si tan poderoso es Estados Unidos, o tan caóticos sus gobernantes. Los supervivientes serán unos descreídos y la mayor base crítica de Bush? una semana después incapaz de poner sus pies (o su culo) en Nueva Orleáns.

Compartir:

Etiquetas: ,

Deja una respuesta

*