El polo, deporte de interés general

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

HE tenido la suerte de visitar una reserva de pijos en libertad, se llama Sotogrande, está en Cádiz, muy cerca de Gibraltar. A los habitantes de tan privilegiado enclave les llaman sotoborjas y se entiende que es gente muy principal y de alta alcurnia, modales exquisitos, costumbres refinadas. Para divertirse en las tardes de verano se dan a la práctica de un juego exclusivo, de origen inglés: el polo. Uno puede jugar al polo siempre que su expediente de pureza de sangre esté a la altura de la de su caballo, en caso contrario abstenerse. Lo habitual en las tardes de agosto, en España, es jugar al dominó, al mus, o darse cabezazos en el sofá ante la enésima repetición de “Verano Azul”. En Sotoborja todo es diferente: hasta los caballos sudan chanel.
Visto con ojos de neófito el polo es un aburrimiento caro, baste decir que es el juego favorito del príncipe Carlos de Inglaterra para dar una idea de lo soporífero que debe ser. Ahora bien, sin duda alguna que es un deporte muy completo, en el caso de que uno sea caballo, en caso de ser persona lo más reconfortante es el martini que se atizan cuando terminan de jugar. Pudiera parecer que los ricos son gente ociosa que pierde el tiempo en practicar deportes absurdos, y efectivamente así es. Cuando uno alcanza la categoría de semoviente, de persona a la que no le cuesta llegar a fin de mes y puede tener un par de caballos para jugar al polo, es una persona bien rica. En todo caso los ricos la buena acción del día la tienen con el mozo que les limpia la cuadra y les ensilla la cabalgadura.

Al contemplar un partido de polo en un campo verde del edén, me siento como un astronauta que pisa suelo de un planeta lejano. Jamás llegué a pensar que haría tal cosa, es cierto. Por las camisas blancas de algodón y el bosque que rodea al campo podría parecer que estamos en la India colonial, y en cualquier momento aparecerá el maharajá de Jaipur a lomos de su elefante de toda confianza.

De manera incomprensible se le pasó a Cascos catalogar el polo como deporte de interés general. En el fútbol se ve otro tipo de gente, más hosca, más agresiva, en cambio conseguir un país en el que todo el mundo juegue al polo es tirar por elevación de una sociedad. Para eso nos hacen falta más caballos y más ricos, lo primero es cuestión de un plan de fecundidad equina, lo segundo está en marcha. La ONG de Especuladores y Amigos del Pelotazo no deja de crecer cada día, (a costa de usted, quede claro). Bien pensado cuando el mozo le ofrece la mano para subir al caballo es el momento del clímax del rico: sabe que el gesto le legitima. A partir de ese momento a galopar sobre la miseria detrás de una pelotita.

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