Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Gil y Gil quiso convertir Marbella en el Mónaco del sur, un país en el que el ‘pantojo’ fuese moneda oficial y el ‘gunillo’, idioma nacional / A la Marbella independiente sólo le falla el ideólogo: su alcaldesa es tan anodina que la confunden con Lydia Lozano
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MARBELLA.- El régimen nazi esperó hasta última hora la aparición de un arma secreta (que jamás llegó); es posible que por cuestión de semanas no tuvieran la bomba atómica, pero por suerte la II Guerra Mundial no llegó a la prórroga. Pocos recuerdan que Jesús Gil encargó un dictamen jurídico para convertir Marbella en el Mónaco del sur. La Historia nunca es el juego de los posibles sucedidos, eso es la nostalgia. Aquella idea estaba destinada a echar humo sobre los sumarios contra él que desaparecieron por arte de magia de los juzgados. Hubiera sido un caso peculiar: las reuniones del gobierno autónomo en Olivia Valère (discoteca exclusiva con aires de cuartel de las tropas blancas del zar), bandera de Versace, el pantojo como unidad de moneda y el gunillo como lengua oficial. Si Alberto de Mónaco tuviera Marbella, su Principado manejaría un poder omnímodo… Pero el barco pirata de los Grimaldi se equivocó de playa en el desembarco. Lo ideal es que la ciudad independiente fuera una isla, el gilismo lo intentó con una artificial pero los pensamientos de colchoneta se desinflan al acabar el día.
Los límites son extensos y nada claros (cuando el ejecupijo madrileño arranca su móvil en el aeropuerto de Málaga, dice: «Acabo de llegar a Marbella», aunque no sea cierto). Alfonso de Hohenlohe intentó que la ciudad tuviera aeropuerto propio, un aeródromo dónde los boeing tuvieran nombres locales: ‘Lara’, ‘Hubertus’, María Eugenia, Lolita y Carmen (Sevilla), pero fue imposible que los aviones aterrizaran en la Sierra Blanca. Si el aeropuerto Pablo Ruiz Picasso sería el límite por el este, por el oeste llegaría hasta Sotoborja o Gibraltar, al sur hasta los chiringuitos de San Pedro de Alcántara (donde te pueden soplar 10.000 por una botella de agua), y al norte con Suiza, patria sentimental de los que tienen la cartera donde otros portan el innecesario corazón. Esos serían los límites territoriales de la Marbella independiente y de las JONS, si no fuera porque falla lo esencial: el ideólogo. La alcaldesa es tan anodina que la confunden con Lydia Lozano, no está en condiciones de echar un pulso a Zapatero, así como tampoco conoce lo que pasó en el sexenio revolucionario.El 12 de julio de 1873 varias ciudades españolas se declararon independientes, desde Alcoy a Murcia, pasando por Sevilla, Córdoba, Málaga y, por supuesto, Cartagena. Esta última resistió porque contaba con el apoyo de la Marina. Aquella movida institucional se llevó por delante a un buen republicano: Pi y Maragall. En un libro de Historia (naturalmente anarquista), se dice que Cartagena se rindió en enero de 1874 «porque no tenía otra cosa mejor que hacer» (¡qué hermosa manera de narrar una derrota!). Ellos tienen el poder, nosotros la poesía pintaron un siglo más tarde en París del 68. En Cartagena se llegó a acuñar moneda con la plata de Mazarrón, de ahí lo del pantojo marbellí. Da escalofríos pensar en un Gobierno regido por Julián Muñoz; ministro de Marina, Felipe Campuzano; ministro de Cultura, Alfonso Santisteban; ministra de Economía, Gunilla; ministro esotérico, Rappel; ministro de Exteriores, un primo de Fahd (al que el consistorio ha declarado cliente del siglo) y ministro de Trabajo y portavoz, Dinio. Manolito, ‘el terremoto’ de secretario de Estado de relaciones horizontales.De la artillería pesada se ocuparían los capos rusos que toman el sol protegidos por corbetas y dragaminas comprados en las rebajas del Kremlin.
La movida independentista continúa: el alcalde de El Borge, municipio malagueño, quiere convocar un referéndum para deslegitimar la monarquía. Bakunin no ha muerto.
Me sopla ‘Licorera 23′ que va a aterrizar Beckham en la costa.Licorera está ansiosa por ver a la duquesa de York, que vendrá a una cena benéfica; ya le he explicado que es tan sosa como una loncha de fiambre envasada al vacío. Está sorprendida por la belleza de Nuria Fergó, que contrasta con el estado de re-celo permanente de Bustamante. Cantaron en la plaza de toros pero no se fueron juntos, puesto que la Fergó se marchó tan bien acompañada como vino, de ahí su voz, que es un estado de ánimo. Licorera me tiene que contar qué hacen los toreros en los after-hours.Prueban pitones como en los tentaderos, pero no a la vaquilla del Gran Prix de Ramón García.
Grandes discursos. A Vargas Llosa le han puesto calle en Banús.En el acto, Carlos Fernández, concejal de la zona, soltó la perla de la semana: «Ha escrito contra la violencia y a favor de la libertad párrafos y párrafos», que es una manera de quedar bien sin tener pajolera idea de literatura. El comentario le vale para el escritor peruano y para Cervantes, y recuerda aquella sentencia de Mazagatos: «Nunca he leído a Vargas Llosa pero le sigo de cerca». ¿Por qué?, porque es un hombre de párrafos y párrafos.
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