Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Señor Echániz, consejero de la cuestión sanitaria Me cuentan que las ambulancias que llevan a los enfermos de diálisis son las que utilizan en la serie Cuéntame cómo pasó. Más que vetustas, añejas; y más que pasadas de moda, lentas hasta la desesperación.Me dicen que las podría asaltar Jose María El Tempranillo a lomos de un caballo cojo y que Ben-Hur les sacaría varios metros de distancia incluso después de haber peleado en el Coliseo contra el malvado Messala. Peor que una de aquellas ambulancias que improvisó el filántropo Jean Henri Dunant tras la batalla de Solferino (1859), origen de la Cruz Roja.
Se lo digo sin ánimo de ofender pero sí de señalar, no vaya a ser que le hayan informado mal y confunda la «diligencia política» con un coche de caballos; de cochero con levita al pescante y tiro enjaezado al estilo remordimiento español. Sin duda que hermosa estampa para un vídeo de María Dolores Pradera, de trotecito lento por el paseo, pero inútiles para el traslado de enfermos.Además, cuando uno acude a diálisis lo que pide es que el ratito pase pronto y que el sufrimiento sea el necesario. Uno va en busca de salud y de piedad. No le añadamos el tracatrán asmático de la ambulancia que asistió a Eva en el parto de Abel. La diferencia entre transportar y trasladar radica en el factor humano; las mudanzas se transportan y las personas se trasladan, aunque a veces en condiciones peores que si fueran un sofá.
Como se entere antes Esperanza Aguirre, (a fin de cuentas la que aspira a ser su jefa), le van a sonar las sirenas del peligro.Imagine qué fotografía de mitin: los enfermos de diálisis empujando su propia ambulancia por la cuesta de Moyano. Más que atroz, inhumano calvario. No está bonito dejar las ambulancias echas unos zorros al siguiente que venga a la Comunidad de Madrid.En política, la transparencia es fundamental, pero si va unida a la eficacia es lo suyo. Y a veces la eficacia es un motor que pite.
Madrid no es precisamente el circuito de Le Mans. Entre atascos y zanjas del señor alcalde, la velocidad media se sitúa a la altura del caminar de un niño hacia el colegio. Pues si en ese atasco permanente las ambulancias parecen lentas e incómodas como suspensorio de papel de aluminio, hágase una idea de cómo serán. Mire lo que pueda hacer. Nadie le va a reprochar que sea partidario del movimiento sanitario, claro.
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