Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Señor presidente de la Empresa Mixta de Servicios Funerarios lo que usted ha hecho es acudir al envido y decir dos más. Comprar acciones de su empresa en un día en el que el Pleno del Ayuntamiento ponía en solfa su gestión es brindar el toro de espaldas. Desde el punto vista empresarial es del todo correcto, y hasta muy recomendable, que los gestores compren acciones de sus empresas.Eso indica confianza en los recursos propios y desafío de futuro, pero su empresa hoy no es un asunto claro. Al menos hasta que los jueces depuren y cada palo aguante su vela.
Tres altos cargos del PP, dos concejales y un diputado autonómico, han salido por la gatera, y cuando Inés Sabanés dice que «no es de recibo que se mantenga a los responsables cuando están implicados y procesados», tiene más razón que una santa (laica, por supuesto). Ocurre con las empresas que tienen capital público que se les debe exigir mayor transparencia, porque tienen una parte que es de todos. Se entiende mal que sólo le defienda el PP. Lo suyo es también un servicio público esencial: recoger y enterrar a los muertos. Y si me apura por el lado teológico hasta una obra de caridad como dice el Evangelio.
También pudiera ser que, ante la inminencia del Día de Difuntos, usted se haya hecho un autorregalo. Cierto es que su sector es de los que nunca conocen la crisis y de los que tienen la clientela garantizada. En las películas del oeste, que mostraban el esquema de una sociedad tribal y básica, sólo había dos negocios rentables: el saloon con las chicas y la funeraria a la que llevaban a los perdedores de los duelos a pistola. Su negocio maneja tumbas, cajas, nichos, traslados, tanatorios, aerosoles olor a pino y coronas de flores. Si pusieran un anuncio, el texto sería: «Usted traiga al muerto y nosotros nos ocupamos de llevárselo al más allá». La barca de Caronte a su lado se queda en una piragua por el Manzanares.
Negocio que tiene su lado romántico. Le tengo escuchado a mi amigo Carlos Herrera la historia de su tío el enterrador al que la mujer le preparaba el desayuno. Y antes de salir de casa le recordaba: «Antonio, recoge el bocadillo y vete con todos tus muertos». Le saluda un cliente potencial, como todos. Pero que espera sea lo más tarde posible, por favor. Como dice Woody Allen: «No le tengo miedo a la muerte, pero el día que me muera no me gustaría estar allí».
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