Trini hace la calle

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Estimada señora candidata… recorriendo las aceras de Montera, Ballesta y el resto de las calles marcadas por la prostitución, usted ha tenido un gran gesto. Esa tibieza pacata de no perseguir, pero sí de crear guetos de putas es la peor de las casposidades consentidas. Primero, devolver la dignidad a esas mujeres, luego recuperar el equilibrio entre comerciantes y vecinos de la zona, y por último acabar con la mirada intencionada de los que pasan con el coche y miran de lado: con los ojos las desprecian pero con sus labios las desean.
Ellas, las prostitutas de Madrid, mujeres siempre acompañadas, pero permanentemente solas, caminan entre la presión de los proxenetas y la necesidad de alimentar un hogar. No son las princesas del cuento, sino todo lo contrario: las mujeres a las que la vida dio la espalda y les puso un cartel de públicas. Hijas del hambre, de la emigración, del desamparo y de la canalla. Hermanas de la necesidad, de la presión, del olvido. Mujeres que han adoptado un nombre de guerra por no encontrar mejores tiempos de paz.No olvide que Magdalena, aquella puta que recoge el Evangelio, fue la mejor aliada de Jesús y le acompañó hasta la cruz final, cuando otros que se tenían por más sabios le habían abandonado.

Bien mirado, su paseo de ayer tuvo mucho de parábola de la capital del siglo XXI. Además, fue en vísperas de Todos los Santos, cuando ellas, por no tener un nombre propio, adoptan cualquier otro que les convenga. Ellas son las santas que adornan Madrid: Vanesa, Verónica, Lulú, Chari. A las que todo el mundo recoge en canciones, en poemas, pero a las que nadie quiere. Ya sé que la misión de una candidata no es repartir amor sino soluciones, pero estoy convencido de que su presencia reconfortó a las mujeres de la calle, tan acostumbradas a ser carne de comisaría y un vago recuerdo de turista borracho que se les durmió en una pensión. Para ellas hacer el amor es un concepto lejano como la galaxia de Orión, saben que existe pero no creen que nadie pueda llegar tan lejos.Lo suyo es un alivio, un revolcón fingido por un puñado de euros de aquéllos que compran sexo y creen adueñarse de un corazón.

Negar que la prostitución existe es de torpes. Es un estado dentro del Estado que mueve millones y da empleo a muchas personas.Pero debe llevarse de otra manera para que ellas dispongan de libertad, salud y atenciones. Un camino que las saque de las sombras de las farolas para recuperar el nombre y la dignidad que se merecen.

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