Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
A quien corresponda… S.O.S. el hospital Gregorio Marañón está a punto de petar, por lo tanto se ruega a todos los madrileños y foráneos en paso que se abstengan de ponerse malos hasta nuevo aviso. Pero luego viene la tozuda realidad y uno enferma cuando la Administración no puede atenderle, en un acto de rebeldía civil que se puede llegar a pagar con la vida. Feigenbaum, al descubrir la Teoría del Caos, según la cuál existe coherencia entre los elementos de un sistema desordenado y caótico, no sabía que años más tarde iba a definir a la sanidad pública española.Antes de que el físico norteamericano se ocupara de esta teoría que lleva al efecto mariposa, en España sabíamos que hay negociados que funcionan por la gracia de Dios, y por las ganas que le ponen los trabajadores.
A un lado el caos y al otro la buena voluntad del personal sanitario que trabaja en condiciones de campamento de refugiados en pleno conflicto bélico. En lugar de dejarse llevar por la molicie de la situación, le ponen narices a un cometido que no llama a la alegría. Nunca terminaremos de saber por qué, pero lo cierto es que hay personas en los pasillos cuatro días, y enfermos que se van a hacer pis y cuando vuelven les han quitado la cama y han puesto a otro. Esta no es la medicina que nos enseñaron por la tele en Marcus Welby, doctor en Medicina, ni la que puede dar mejor servicio al paciente.
Igual que a los romanos los obligaban a llevar la lanza, el caballo y la armadura a la mili, pagados por su bolsillo; es posible que a los madrileños nos recomienden asistir a urgencias con un catre portátil y las sábanas de reglamento bajo el brazo.Lo peor de esta situación excepcional es que nos acabemos acostumbrando y que nos parezca la cosa más normal del mundo andar tirados por las esquinas, como si en vez de personas fuera un taller de chapa y pintura. Aquí dejo al del cólico, allá una infartada, y dentro del baño está el abuelo que tenía tos. Al crear la figura del «enfermero de pasillo» el caos le da categoría de habitual a lo que debería ser tan sólo extraordinario.
No hay nada más cruel que añadir sufrimiento al dolor y esperar que pasen las horas muertas bajo los tubos de neón, con un gotero en el brazo en un pasillo, mientras los mensajeros que pasan te preguntan por la salida y te piden que les eches una firmita.En una de éstas enferma Papá Noel, se nos constipa en un pasillo y se jorobó la Navidad por una tontería sanitaria.
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