Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Señor Del Río de Sola: ha decidido cambiar el traje de concejal por las zapatillas de atleta del 2012, con la sana esperanza de que Madrid alcance esa cita olímpica y también de que su partido esté en el poder para disfrutarla. En cierto sentido son dos carreras la suya: la política y la personal; metas más imposibles hemos visto. Lo que pasa es que en política estamos acostumbrados a ver a los que nadan y guardan la ropa pero no a los que se lanzan al maratón de la aventura. Deja la Concejalía de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid para dedicarse al 2012 que, con la ayuda de Rappel, de Florentino y de otros brujos más, puede encarnarse en una antorcha flamígera haciendo el tramo final por el paseo de la Castellana. En esa carrera sepa que cuenta con el apoyo de todos, Madrid es una ciudad llena de gente en chándal los domingos. Otra cosa es que hagan deporte; su misión es convencerlos de que mover el cuerpo es mover la salud y darle larga vida al rock and roll. Lo bueno que tiene usted es que practica con el ejemplo, le gusta el deporte y lo ensalza como receta colectiva.A eso se le llama coherencia con las ideas y concreción de las acciones.
Ahora bien: ¿no podía haber elegido otro día para anunciar su salida? Si va a ser en el mes de mayo, mire la cantidad de fechas sueltas que le quedan al calendario para salir en la foto. Piense que quizá Ana Botella se haya tomado a mal que, justo cuando ella anuncia el sí quiero, (con efectos especiales de nevada incluida), usted dice adiós. Suena a letra de merengue: quítate tú pá ponerme yo. Quizá a algún malévolo columnista le parezca que se marcha porque no está conforme con la llegada de Botella.Ya sabe que la política es el arte de hacer mil cosas, pasar desapercibido por ellas; hacer una sola cosa mal y llevarlo para toda la vida. No nos puede decir que no lo sabía. Hasta los hombres del tiempo decían el martes: «mañana nevará sobre media España y Ana Botella dirá sí a la oferta de Gallardón».
Nunca mejor dicho y con todos los respetos, señor Del Río: pasa a mejor vida. Va a dedicarse al noble oficio de planear y pensar, de sacar planos y de convencer voluntades. Si es cierto que la capital de España tiene una olimpiada, el diseño de esa ciudad futura sólo está en su cabeza. No se puede imaginar la cantidad de amigos que le van a salir al paso y los que le van a pedir dos entraditas centradas. En todo caso se lo ha tomado con espíritu olímpico. Como dijo Luis XIV camino del patíbulo, aquella mañana tibia en París: «¡Todo lo que sea por mejorar!».
Compartir: