Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimado señor Piolín: ¡qué duro es ser un muñeco alegre con los tiempos que corren!, no sé cómo le quedan ganas de dar saltitos para salir en el vídeo familiar. El sistema capitalista de contratación de espectáculos no siente piedad ni siquiera por los que hacen reír a sus hijos. Claro que tampoco eso es una novedad, que se lo digan a los viejos trabajadores del circo que subsisten con una paga precaria y forzados a ser equilibristas en el alambre de por vida. Y, ahora, usted que era un muñeco deseado por los niños se tiene que ver convertido en un parado más de los que hacen cola los lunes al sol, porque la letra pequeña decía que le podían despedir de un día para otro. Al empresario sin escrúpulos le trae al pairo que sus trabajadores sean felices y si les tiene que bajar de la obra lo hace sin reparo alguno, y las reclamaciones al maestro armero.
Y usted actor que da vida al cuerpo del muñeco se encuentra en la calle porque han recortado presupuesto. En su derecho están, que para eso el presupuesto es suyo, y la empresa (off course que decimos en Córdoba) pero lo ideal sería otro sistema de contratación que fuera más justo con los trabajadores de un parque de ocio, con aquellos que se meten en la piel del muñeco para salir en la foto. Para ese menester también hay que tener una formación acreditada, pero lo cierto es que no lo aprecian, ni saben valorarlo; creen que para ese menester cualquiera sirve y les aseguro que no es así. Una sociedad que desdeña a sus payasos, despide a sus muñecos, ahorra en diversiones y se mustia ante la adversidad no puede ser tomada en serio. Ramón Gómez de la Serna, amante de Madrid y del circo, habría despotricado contra este atropello.
Ahora sabemos por qué a los muñecos no les dejan abrir la boca, para que no canten las excelencias de su relación laboral. Se piensa que ahí dentro, metidos en los laberintos de trapo, son seres sin derecho ni obligaciones. El juez dirá en su momento, pero se intuye que alguna defensa les cabe, no van a ser mudos y además silenciados, que es peor. Esperemos, pues, a que haya sentencia. Estos cuatro piolines-actores tienen razones para pensar que fuera de la Warner existe una vida mejor. No hay nada más que ver lo bien que se portan con Micky Mouse y eso que tiene más de sesenta años. Tiene suerte el ratón americano, podrán pensar, porque si hubiera sido español, al cumplir esa edad estaría en un asilo rascándose las orejas y contando batallitas de colores
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