Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Querida señora Pilar Martínez…
consejera de Servicios Sociales, no sabe lo feliz que me ha hecho con la entrega de los diplomas a esos 75 mayores, sin reparos, que han acabado la carrera. Madrileños que han pensado que la edad no es un impedimento para ampliar su cultura y se han lanzado sobre los libros de Derecho, Arte, o Literatura. Créame: profundizar en la poesía puede rejuvenecer varios tramos de escalera y hacer volver al sentimiento adolescente aunque se viaje en la piel de un mayor.
Pienso lo feliz que se puede sentir una alumna que, con 79 años, ha vuelto a casa con las notas como si fuera el nieto. Y en el ambiente que habrán compartido en las aulas universitarias, un lugar donde se aprende incluso más que en los libros. Dicen que caminar por el claustro de la Universidad de Salamanca es haber logrado medio título; algo parecido debe de ser la Universidad para Mayores, aunque luego la enseñanza no sea reconocida como oficial. Ni falta que hace. Los conocimientos son un asunto privado, parte de la intimidad, se aprende para mejorar y no para competir.Tampoco Demócrito tuvo reconocimiento oficial y, además, pasó a la historia como un filósofo alegre, en contraste con el cenizo de Heráclito.
El espíritu que anima a cualquier universidad es que uno es joven mientras tenga cosas que aprender; eso viene en la letra del Gaudeamus. Pero, por desgracia, muchos jóvenes licenciados olvidan esa inquietud en cuanto cruzan la puerta del cielo que suele ser el día de la entrega del master MBA. A partir de ese momento, reniegan de sus estudios como los niños en la comunión se alejan del diablo. Son aquellos que se apoyan en las notas para escalar en la sociedad, al contrario que los mayores diplomados.
Los veteranos alumnos han sacado el coraje de un adolescente y la humildad de un seminarista para asistir a clase y tomar nota. Han sido capaces de ganar tiempo a los asuntos cotidianos para repasar la lección y cogerle gusto a la materia. Lejos de creerse en la sabiduría de la edad, han apostado por la incertidumbre del conocimiento, que es un abismo insondable en el que se encuentra la felicidad. Cosa que se agradece, sobre todo cuando el único destino que les damos a nuestros mayores es un autobús a la playa en temporada baja o un hueco en casa el resto del año. Un lugar donde los pobres tienen la obligación de no molestar con sus cosas. El diploma es para ellos, pero la lección nos la han dado a nosotros. La última promoción es gente muy preparada, formada por mayores sin fronteras, madrileños sabios
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