Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Seguro que ha visto un anuncio en un hospital alguna vez, e incluso habrá participado en una campaña de donación de sangre, ¿pero cuántas veces se ha parado a pensar que su maquinaria (que usted tiene por perfecto engranaje fisiológico), también tiene sus carencias? En Salamanca y Zamora hace falta sangre del grupo cero, oro líquido cuando uno se encuentra en situación desesperada. Habitualmente a la sangre se le da un sentido simbólico de entrega a una causa, justificación de herencia, unidad familiar, pero muy pocos se plantean que gracias a su continua agitación estamos vivos. Si la sangre que estudió Servet no diera vueltas de montaña rusa por nuestra geografía humana, a estas horas seríamos un ficus en la sombra. Gracias a sus glóbulos rojos y blancos, a las partículas que arrastra por arterias y venas podemos apreciar momentos sublimes de la vida, del arte.
Siento ser tan pragmático pero sin la sangre no hay poesía. Y eso que sólo nos acordamos de ella cuando aflora o cuando nos hacen una petición para donarla. Somos casquería fina y algo de locura creativa, el genio nos salva de los días iguales y la carne nos recuerda que tenemos fecha de caducidad. Vanidad de vanidades, aquí todos acabamos en la misma papelera. Gracias a la medicina moderna y a la generosidad de algunos, se puede donar el cuerpo entero o a piezas. Se trata de un acto mínimo para una persona pero de enorme importancia para el colectivo, en su mano está la posibilidad de llevar sus restos hacia los gusanos o ponerlos en manos de la comunidad científica para que sean aprovechados. Desde luego que la idea de que podamos estar compuestos de recambios, como los coches antiguos, choca con el espíritu de inmortalidad pero les puedo asegurar que oro, gloria, orgullo y cariño, han de dejarlo en este mundo cuando crucen la puerta sin retorno. Allá a lo lejos, donde sólo hay ángeles despelotados (o la nada sin dientes), no se admiten cuerpecitos serranos.
Donar sangre es un momento de reflexión que puede salvar a muchas personas, a otros que les vengan bien nuestros recambios. En este caso es mejor dar el brazo a torcer que mantenerse en la incertidumbre. Y luego, si fuera capaz, apúntese a una organización de donantes, es por su bien. Piense que igual su corazón puede seguir emocionándose por las cosas buenas que tiene esta vida cuando usted no ande por aquí. La mayor forma de generosidad con el prójimo es prestarle aquello que le puede ser útil. Todavía está por demostrar que la sangre azul exista pero tenga por seguro que la suya es tan importante como la de un rey? y que puede salvar la vida de muchas princesas en apuro.
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Etiquetas: la gaceta de salamanca, opinion