El futuro tiene color amarillo

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

En una página “güé” china (naturalmente redactada en riguroso chino) se pregonan las excelencias de la tierra salmantina y se invita al turismo a visitar Salamanca como destino privilegiado. Prueba de la inteligencia del pueblo chino es que buscan cultura y tradiciones por encima de sol y playa (el turista chanquete pierde posiciones en la tabla del ocio). Para llegar a esta conclusión Salamanca no ha tenido que hacer mayor campaña que estar donde siempre estuvo, en el lado de la cultura, de la inteligencia, del arte y la estética. Ésas son las claves que vienen a buscar los turistas de ese país, que podría ser un continente, llamado China, aislado durante siglos pero con hambre de conocimiento. Cuando hablan de surcar el espacio con naves tripuladas a la búsqueda de vida inteligente más allá de la galaxia conocida, me entra la duda patatera de si no haríamos mejor conociendo antes nuestro entorno. Para un salmantino las costumbres de un ciudadano del Sur de China son tan fantásticas como el otro lado de la luna. Nosotros no pasamos de los tópicos de una carta de restaurante oriental donde los platos aparecen escritos en unos simpáticos caracteres que se nos antojan dibujos abstractos cargados de simbología desconocida. Tan extraños nos resulta el chino que tendríamos las mismas oportunidades de “no comunicarnos” con ellos o con un marciano, pero no hablamos de un planeta remoto sino de un entorno humano que comparte con nosotros las vueltas que da esta cansada, (cruel a veces) pero bendita tierra. Y por lo tanto estamos condenados felizmente a entendernos. Dicho sea todo esto con gran simpatía puesto que los chinos hacen un esfuerzo colosal por acercarse hasta aquí: son muchas horas en avión, es un viaje caro, se van a encontrar con una cultura desconocida (y con la ausencia de buenas comunicaciones…) El esfuerzo es plausible si tenemos en cuenta que para tumbarse en una playa les hacen falta menos adaptaciones. Salamanca le puede ofrecer a China una forma inteligente de entender la vida, un estilo castellano sereno que pasa por construir un imperio y luego saber aceptar el pasado. Aquí no hay murallas kilométricas ni guerreros de Xián, no hay fiestas del dragón ni elogios a la pólvora, pero estoy convencido de que el descubrimiento va a ser de ida y vuelta. Sanghai es Salamanca con más chinitos, Salamanca es Sanghai con más salero. Pongamos todo lo necesario para que acepten viajar hasta este remoto rincón del planeta que se dispone a inaugurar la primavera, el “rollito primavera” en su sentido más lujurioso ya está aquí. Y ahora a ver cómo traducen lo del “rollito” a su página “güé”.

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