Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Alrededor de la noche de San Juan se celebra un congreso internacional de brujas. Unas llevan escoba, otra al novio y algunas un teléfono móvil (siempre les ha gustado mezclar cosas raras). La noche más larga del año se presta a emociones fuertes. Uno puede acudir al campo con una manta y dos cervezas y esperar a que ocurran fenómenos extraños, habitualmente no son seres de otra galaxia sino rolletes de ésta. Cuando el hombre contempla su nimiedad en comparación con el universo le entran unas ganas enormes de convertirse en hormiguita reproductora. La mejor manta es un cielo roto de pequeños boquetes por los que asoma la curiosidad de Zeus.
Por lo tanto es muy recomendable estar atentos a los fogonazos que proporciona una noche a cielo abierto, manta desplegable y secretos que contar.
Es posible que no encuentre alienígenas pero igual descubre paisajes recónditos en el cielo de la boca.
Escribió Dylan Thomas un poema de noches y olor a vaca: “al diablo con las estrellas se dijo y comenzó a caminar hacia la oscuridad el aire traía aromas de conejos y vacas”.
Con una advertencia: la felicidad no expende billetes y el tiempo quema.
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Etiquetas: madridiario.es, opinion