Madrid, capital de la bronca

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Madrid está revuelto y no es por el viento que sopla o por la lluvia de primavera que sorprende: el clima es tenso y cualquier discrepancia parece una amenaza. Hay dos bandos: los buenos y los malos (cada uno está convencido de encontrarse en el mejor). Son tan irreconciliables como dos sordos que hablan distinto idioma.

Que la clase política se una sólo en la irritación nunca es bueno. El debate ideológico es magnífico, pero debe tener diálogo, intercambio de impresiones, de ideas, nunca de bilis. Hay impresiones que son de ida y vuelta, palabras que se tienen que completar a dos voces. En el monólogo no hay más que pereza. Nada hay más absurdo que preguntar al espejito quién es más guapo que yo.

La política de las vísceras es algo muy triste, ¿qué hemos hecho los ciudadanos para mecernos esto?

Y a medida que pasan los días, la clase política se distancia cada vez más como estrellas lejanas de una galaxia que se descompone. Yo no tengo un periscopio para mirar, sólo constato que sobre mi hombro han caído manchas oscuras.

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