Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimado delator… No hay nada como la colaboración ciudadana, gracias a su sagacidad sin límite ha caído una peculiar trama de vendedores de hachís en el Retiro. Quizá lo de trama les venga grande, banda musical en su sentido más etimológico del término.Usted, apreciado ciudadano, se mosqueó con los sonidos de la selva, el tumba-tumba a deshora. Ya era raro; cada vez que se acercaba un mangui por la zona los del tambor se ponían a tocar el Aserejé, y luego, cuando llegaba la policía, cambiaban la percusión a ritmo de chotis, y así hasta completar un concierto que no viene en la programación de San Isidro. Total, que usted se coscó y tras descifrar el código de barras, tuvo la certeza de que allí pasaba algo, más que pentagrama lo que había era cuento chino y maquinación, todo ello acompañado de un hedor característico que parece un anuncio de los montes de Ketama.En resumen, que no se puede ser torpe, delincuente y mal músico, todo a la vez es una desgracia que acaba en la trena.
Estamos en tiempos de listillos: los que aprueban el carné de conducir a base de mensajitos en el móvil y los que distribuyen droga con un tam-tam; para que luego digan que no es útil aprender morse, aquí con dos clases de taquimecanografía eres el rey del mambo. El método del tambor es de los más antiguos, hasta Tarzán lanzaba mensajes dándose golpecitos con la mano hueca en la tripa, un sonido peculiar que entendían los animales de la selva (salvo Chita que era demasiado humana para ser una mona). Hasta la fecha lo que se estilaba en este foro tan castizo era dar silbidos y decir agua, pero luego vino la sequía y cantaba mucho el método, de tal forma que también se cambió el sistema. En ese menester eran brillantes los trileros de la Gran Vía que en 10 segundos te montaban el salón de la casa de Arturo Fernández, no le faltaba detalle. Y así hasta llegar al comando fumeta que ha sido desmantelado en el Retiro.
Dos percusionistas menos, dos representantes menos del folclor popular, sin duda que un golpe duro en la historia de la música.Alumnos de la escuela de Manolo el del Bombo caen víctimas del celo vecinal, no es mal título aunque un poco largo. Espero no perderme el juicio en el que traerán a Carlinhos Brown como traductor de los sonidos de la selva, y el fiscal dale que te pego con el cajón de los Gipsy Kings, y unos palmeros con la defensa ¡menudo tablao se va a montar! Esta es una de las historias mágicas que tiene Madrid y que se ha conocido gracias al celo vecinal y al trabajo de la policía.
Compartir: