Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Admirada María Abel… No hay distancia para sus zapatillas, no hay carrera que se le resista, otro año más ha vuelto a ser la más rápida. Como usted sabe, por aquí hay muchos listillos pero pocos rapidillos; aunque vayamos muy deprisa habitualmente, batimos pocos récords, de ahí que lo suyo sea doblemente meritorio. En las carreras de larga distancia el cuerpo mantiene una lucha continua con la mente. Si fuera por la parte lúdica de la carne, los pies se irían a tomar el aperitivo, pero ahí está el Pepito Grillo de la voluntad que lleva a los corredores hasta cruzar la meta. Viendo su proeza recupero el sentimiento que tenían los griegos de los atletas, a los que daban categoría de héroes, no es para menos.
La primera entre 8.000 mujeres, que ya es decir, dejando a la madrileña Ana Burgos segunda con ocho minutos de diferencia.Cuentan que Bahamontes, cuando subía un puerto del Tour, se paraba a tomarse un helado para dar emoción a la carrera y que se acercara el pelotón. Bahamontes tenía un concepto del ciclismo como si fueran los encierros de San Fermín: arriesgaba lo justo hasta que se le venía encima el peligro. En su caso, esos ochos minutos de diferencia constituyen casi toda una vida. En su caso, pues, el cajón de las medallas tenía que haber sido mucho más alto para que se notara la diferencia. Hasta que llega la tercera le habría dado tiempo a ducharse.
Ocho mil mujeres haciendo deporte es una idea fantástica, pero tengo una idea perversa: ¿por qué no la Carrera del Hombre de Madrid? Idea que sugiero a la organización para seguir con el tono paritario que han tomado nuestras más altas instituciones.¿Sería mucha osadía plantear una carrera sólo para hombres? Para ser justos, otros ocho mil corredores haciendo el mismo recorrido, no con ánimo de competir con las mujeres sino para compartir el espacio lúdico del deporte. La calle no es mía, eso lo dijo otro cuando era ministro del Interior. La idea es de todos: de los que se atrevan a correr desde Bravo Murillo al estadio de Vallehermoso en una mañana de domingo. Si alguien propone una carrera de hombres, ¿le tacharán
de escasamente progresista?
Nos podemos emocionar doblemente: por un lado, con los logros de la gallega María Abel y, por otro, con la carrera de algún hombre. Las cosas que sólo son de un género y excluyen al otro producen tanto rubor como cuando anunciaban aquel licor por la radio que decía es cosa de hombres.
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