Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Eminencia Reverendísima Rouco Valera: tiene usted más razón que un santo y disculpe el atrevimiento de mis primeras palabras, si acaso el primer pecado que cometa con esta carta sea el de dirigirme a un obispo de forma tan llana. Sucede que los prelados hablan para los católicos, pero luego todos nos ponemos en cola para pedir explicaciones, y no es eso, el que no se dé por aludido que siga su curso. Hemos pasado los tiempos del crucifijo obligatorio en las aulas, ni usted es el Richelieu del siglo XXI, ni la sociedad civil le debe fidelidad absoluta. Ahora bien, siguiendo su doctrina católica no cabe duda de que en Madrid se peca a mansalva, (y disculpe si añado que no se peca más porque no se tiene tiempo).Esto es así y el que esté libre de pecado que tire la primera neura. Se peca con una impunidad que alarma.
Hay asuntillos que parecen de menor cuantía, como el tráfico, donde hasta el más cristiano intenta colar el morro de su coche por encima de los demás, pasando por avaricias incontroladas o deseos carnales no resueltos (con o sin preservativo). En su calidad de representante espiritual no me extraña que alce la voz de alarma cuando se trata del quinto mandamiento, en Madrid hay bandas de sicarios que nos recuerdan a cada actuación que la carne humana siempre está en rebajas. Tiempos extraños en los que recordar el no matarás, algo obvio, se convierte en una transgresión sin límite. También hay gentuza que tiene a sueldo a mujeres en el negocio de la prostitución, o infames que les pegan. Según su criterio pecan, además, los que acuden a una manifestación pacífica con la premeditada intención de arrimarle un banderazo a José Bono, cosa que no está bonita, ni es una acción democrática, ni encuentra justificación en la Ley de Dios.
Para liberarse del pecado hace falta propósito de enmienda y dolor de corazón, un punto de reflexión al que pocos parecen dispuestos a llegar. Su voz de alarma sirve para aclarar, (por si se hubiera olvidado) que no todo vale y que en un mundo carnal nos acabaremos devorando unos a otros. La libertad es también libertad de púlpito para que los religiosos digan lo que mejor les parece, a fin de cuentas usted no redacta un decreto ley, sino que saca a la luz aquello que muchos sospechaban desde hace tiempo.
De rodillas me postro y si hace falta me pongo mantilla negra como Ana Palacio en La Castellana. Hago propósito de enmienda; ahora bien, le puedo asegurar que el problema no es que en Madrid se peque en demasía, es que siempre pecan los mismos.
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