Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimado y entrañable ratón: malos tiempos para los roedores. Cuando el hombre no respeta sus tradiciones («la cuna del hombre la mecen con cuentos», decía León Felipe), poca esperanza le cabe a una figura centenaria como la suya. Además, cada vez se lleva menos acudir a sus servicios, porque nos hemos vuelto muy roñas, las amables abuelitas no son lo que fueron (la cirugía hace milagros con el DNI). Los nietos se quedan sin los durillos que caían en los tiempos en los que usted era citado de manera constante. A su ruina económica debemos añadir la penuria del edificio que habitaba cerrado por estado lamentable. Usted tan acostumbrado a vivir en la calle Arenal y ahora a buscar otro agujero, hable con la ministra de la Vivienda que igual le encuentra una «solución habitacional», algo que por modesto que sea le permita pasar el resto de sus años. Una casa para cada español está muy complicado, pero un hueco para un ratón lo encuentra incluso un ministro.
Su primo Mickey Mouse ahí lo tiene, hasta un palacio le han montado y le llevan quesos, bebidas, recibe ratonas y todavía tiene su público. Aunque su equivalente sajón sería el «hada de los dientes» (the toth fairy), una cursi con la que me consta nunca se llevó nada bien porque era una estrecha con tacón de aguja. Aunque le inventó un cura, el padre Coloma, siempre le ha gustado andar por las camas de rondón y con la excusa de visitar a los niños pequeños se daba una vuelta por el cuarto de las tías solteras, tan dispuestas ellas a creer en las tradiciones. Y fue cumplidor como un ratón, cosa que no pueden decir todos los hombres. Otras tradiciones importadas como el jalovín y alguna bobada más terminaron de arrinconarle. ‘Ratón discreto busca piso’ no hace falta que el edificio sea moderno, él se apaña con el hueco de la escalera.
En alguna parte tiene que guardar la mayor colección de dientes de leche del mundo que inspiraron a Juanito Valderrama aquella canción de «me voy a hacer un rosario con tus dientes de marfil». No se desespere, no tema, no llegará a convertirse en ocupa. El colegio de odontólogos debería implicarse en el proceso, no en vano ha sido su mayor colaborador durante siglos. Un huequecito mono, sin grandes pretensiones, no hace falta que tenga puerta para que pueda entrar y salir libremente sin pillarse el rabo. Por supuesto que tiene que ser casa sin gato, sin trampas y sin escobazos. Algo cheli que tenga sabor castizo, como usted, amigo Pérez.
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