Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimado José María Flotats: si el teatro está vivo y aún colea es en gran parte porque usted sale cada noche a defender un texto como si fuera el abogado de un condenado a muerte, con el mismo coraje. Sale y cruza el escenario de lado a lado igual que el novillero busca la puerta grande o la enfermería, nunca la indiferencia.No hay en su teatro artificio alguno, sólo efectos emocionales, que son más difíciles de conseguir; los otros, los efectos especiales, dan pie a una industria que nutre el cine de los espantos. En cambio lo suyo es salir a ver qué pasa, ya venga la emoción por la calle de la poesía o la risa por la calle de en medio, magia de proximidad. Hágase la idea el espectador de que cada día estuviera obligado a repetir su oposición, su examen oral más duro. A golpe de aplauso y de taquilla demostrar el valor profesional en hora y media. Y de nada vale la fama porque el boca a boca al que se refiere Flotats igual te ensalza que se propaga como una septicemia mortal. El teatro es la única verdad que le queda al hombre; se pone un espejo y el espectador se refleja en él hasta emocionarse.
Dice usted que echa en falta que los empresarios arriesguen más y vayan menos por lo comercial (que en algunos espectáculos es más bien lo criminal), tiene razón, pero antes que eso habría que preparar al público para que no fuera por la vía de lo simple.La mayoría acude donde va Vicente, al mogollón de las luces de un sábado por la noche, al imán que provoca haber salido en la tele dos veces. En el selecto club de la inmensa minoría que descubrió Juan Ramón se esconde el triunfo del talento, cruzar esa barrera lleva a otras galaxias más luminosas pero desde luego más simples. Su trabajo es de calidad, de honradez y de valor, quizá por eso nunca le hemos visto en una macroproducción teatral.
Cuando uno se sienta a ver una obra de Jose María Flotats no espera a que descienda un helicóptero sobre el escenario.
Es usted tan verdad como la palabra que transmite y por mimetismo con las tablas creo que parece oportuna la comparación con un actor de madera. Hay textos que sólo los puede lucir un ebanista de la palabra, en boca de cualquiera serían fórmulas matemáticas de imposible resolución. En el principio fue la voz y un hombre desnudo y lo que usted hace es seguir con la tradición de aquel hombre que se sentó alrededor del fuego para contar una historia.Lo de menos es conocer el final, lo importante es disfrutar con el trayecto. El truco está en alimentar la llama con palabras, no con ramas.
Compartir: