Imaginemos que el amor sea un producto y que lo podamos comprar en el mercado diciéndole al tendero: “déjemelo bien limpio porque esta noche tengo cena para dos”. A continuación nos envolverían la pieza de amor en papel estraza y luego la dejaría en una bolsa de plástico sobre el mostrador de cristal mientras aguarda a que encontremos una moneda para dar el cambio exacto.
- Tenga su amor y que le salga bien, (diría el tendero)
- Ya le contaré el lunes, así de entrada tiene buena pinta.
Todo lo que es sabroso se cocina, (ya sé que lo crudo a veces tiene más seguidores que lo cocido).
No hay recetas para cocinar un kilo de amor pero por si fuera de interés yo me conformo con un ráscame el brazo y luego la espalda, pon tus palabras a fuego lento y la piel en ebullición, luego me giras y me hablas palabras inconexas, yo miraré con grandes ojos a que el reloj del horno indique el tiempo. Prometo no quedarme entre los dientes ni repetir como una col.
Es una receta de luna llena y algo canibal, es verdad. No la busquen en ningún libro de cocina porque no viene, les costaría saber si es receta salada o dulce.
Para contar el tiempo basta con poner un disco de boleros, a ser posible de Benny Moré que tiene onomatopeya amatoria. Y así pasen los tiempos como si las pirámides fueran una cosa de esta mañana.
Sólo es por si fuera de interés.
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A propósito de la limpieza: siempre me descojono cuando el camarero me pregunta “¿le limpio el pescado?” Siempre le contesto “¿acaso, viene sucio del horno?”
Por eso, un amor envuelto en estraza a la fuerza estará limpio. El papel-prensa tiñe como el calamar, el ‘albal’ aisla y hace chispas en el microondas.
Esta noche me toca un carpaccio de Nicole Kidman. Saladito. ¡Ja, quién me diera!
Me atrevo?? … Este guiso de amor se queda crudo. Creo…
Carlos: que lo disfrutes y recuerda tener en la nevera alguna “mirinda” porque a Nicole le gusta beber a morro aunque esté maquillada para beber en copa de zares. Es un poco rara pero para gustos colores…
Carmen: ¡ay las prisas!, da igual, a veces no es malo quemarse la punta de la lengua probando los guisos.