Este oficio de curioso me lleva a veces a situaciones extrañas, de ahi que aquel sábado por la mañana en el día en el que no había nadie en Madrid, (nadie conocido), decidiera dar una vuelta por El Retiro. Allí que iba con el caso de la moto en la mano igual que si fuera un extraterrestre que hubiera bajado del cohete. Ese parque es muy grande y mucho más cuando tienes todo el tiempo de este mundo y también del mundo marciano donde los relojes tienen cuarenta horas.
Había un banco en la sombra y un viejo en un extremo, (para sentarse junto a alguien que no conoces hace falta mucha distancia para estar tranquilo). Me senté en la otra punta y puse el casco a mi izquierda como el que monta un parapeto porque no me gusta entablar conversación con extraños salvo que sea “de oficio”. Así estuve un buen rato con la espalda echada hacia adelante y metido en la burbuja de una sombra amplia y agradable, fuera de ella el sol caía con furia aplastando a las hormigas que supongo sudarán gotas diminutas que a ellas les parecerán chorros. Pero al poner mi espalda en el banco el anciano dijo: “cuidado, mancha”.
- ¿Cómo?, le pregunté. Pero si este banco está hecho polvo, no se ha debido pintar desde la última visita oficial de Alfonso XIII, tiene una pátina de república y mugre de franquismo.
- Oiga, no le engaño: mancha.
- (Otro pirado, pensé. Era lo normal, si en ese banco no se había sentado nadie más era porque conocerían al anciano y le evitarían por plasta).
- No le engaño: mancha. Repitió.
- No es el banco… es la pena, mi pena. Yo estoy muy triste y la pena mancha así que tenga usted cuidado porque le veo sano.
- Nunca había escuchado alto tan original, ¿y usted cuánto de pena tiene, amigo?
- Setenta y tres años, ¿le parecen pocos?, pues cuando los alcance verá como la pena mancha. Y para no estropearle el día me voy a otra parte, no quisiera ser el responsable de mancharle a usted.
Y se fue, y el caso es que algo de tristeza me dejó porque estuve parte del sábado y también del domingo con un sentimiento apagado de pila agotada. Quizá tuviera razón aquel hombre: la pena mancha. La próxima vez prometo no sentarme en un banco, es mejor no descansar que terminar teñido de pena ajena.
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Nunca me había parado a pensar cuán cierta es esta lacónica sentencia: ‘la pena mancha’. ¿Limpia la alegría? Parece ser que sí. Recientes estudios lo atestiguan. El cerebro tarda más tiempo en procesar la pena que la sensación de bienestar.
Debe ser por eso que no llegan las bombillas de Sebastián, al ser de bajo consumo encienden más lentamente. ¡Qué pena!
Me da pena este comentario. Y me da pena porque ya no quedan asientos ni regazos para poder compartir penas, que todos tenemos…
Es tan poco humano huir de alguien triste, que así aumentan las consultas de los profesionales o de los echadores de cartas…
Que no te manche una pena, que no te agarre una preocupación, que no se te ocurra vivir….
Dicen que la mancha de la mora con una verde se quita; ¿con qué se quitará la mancha de un viejo de banco)… (Vale, vale, mejor no decirlo).
¿Sería un viejo verde en un banco nuevo?, ¿o un joven viejo en un banco verde?, todas las posibilidades están abiertas, todas. Lo cierto es que algo manchaba y que sólo cuando sientes te pringas de casi todo. También es verdad que hay gente que ya sale pintada de casa, a esos no me refiero porque no me gusta afear la tonalidad a nadie.
Pintaba mal la cosa, es cierto, pero el riesgo hay que asumirlo siempre. Si fuera un viejo verde y bloguero nos contaría su historia, o a lo mejor no porque no era persona de frases sino de avisos. “No masturben” pondrá en la puerta de su cuarto, igual que David Carradine.
Había una canción, allá por los 80, época de ‘movida’, de Siniestro Total, cuyo título era: “Todos los colgados mueren empalmados”.
Seguramente, el ‘pequeño saltamontes’ ya lo estaba antes de dejar este mundo. Y sin tomar Pipas Facundo… (como el toro dijo al morir).
Carlos: en el caso de David Carradine se puede decir que usando el bricolage sexual logró empalmar esta vida con la otra y, aunque, se marchó un tanto tieso y tuvieron problemas para cerrar la caja, en sus labios habia una sonrisa de felicidad.
Un torero.
Empalmar
tr. Juntar dos cosas entrelazándolas de modo que queden en comunicación o a continuación unas de otras.
Claro, ahora entiendo lo del nylon entre su pescuezo y ‘partes’.
Rafa, ya sabes de mi concocimiento funerario y de los que han traspasado el umbral ‘en acto de servicio’. No es broma lo que os voy a contar: el ‘Super-Glue’ de Loctite ha hecho grandes servicios a la causa…
Como pasar de la pena ‘negra’ al burletero comentario sobra Carradine me parece algo muy típico de los españolitos. Genio y figura…
De pequeña me enseñaron a respetar a los muertos y lo aprendido en la infancia, no se borra así como así.
La pena es nuestra más fiel acompañante a lo largo de la vida y jamás se aleja, ni siquiera en los momentos felices. Cuando los años nos van ‘achicando’ sin que nos demos cuenta, se aferra aún más y nos hiela por dentro. La risa es cada vez menos loca y la sonrisa triste se instala a sus anchas en nuestro ánimo.
Yo debo estar ya en las últimas, me gusta lo que escribe, a veces, – Objetos Perdidos – es muy bueno a mi modesto entender.
Discrepo otras, y materializar mi discrepancia, me parece inútil. Sólo cosechas insultos, velados o no. Cosa que, como dijo R.Butler : – “francamente, querida/o, me importa un bledo”. -
Carlos: te remito al mensaje de María.
Msría: siento la desilusión porque un día encuentres oro en “objetos perdidos” y otro pena negra en un banco de El Retiro. Sé que te importa un bledo, a mí no, de ahí las excusas. No se volverá a repetir, (o tal vez sí).
En todo caso seguiré buscando tesoros porque te los mereces.
Ha despejado usted el balón mejor que don Pier Luigi Buffon, querido Rafa.
Carlos: porque lo soy, Buffon, digo.