Sorprende que Beatriz Corredor, ministra de Vivienda, haya acordado que las casas que se construyan a partir de ahora tengan un notable aislamiento acústico. Dice la ministra que lo hace para que no se escuchen los tacones de la vecina, la tele del piso de al lado, la maquinaria del ascensor o el “ruido de la calle”. Un momento, perdón: sin ruido de la calle no se puede vivir.
Convertir la vivienda en un lugar aséptico, monacal, no está al alcance de cualquiera. ¡Le va a decir usted a los vecinos que prescindan del cotilleo natural de saber cuántas veces lo hacen los demás, cómo va el curso de piano de Conchita, o hay que ver cómo le jode al del 3ºB cada vez que marca un gol el Madrid!
Decía Sabina que “una casa sin tí es una oficina”, por lo tanto el concepto básico de hogar está en función de los ruidos que percibimos. Piense la ministra que en Austria los vecinos no escucharon nada y un hijo de puta tuvo retenida durante años a una de sus hijas con las que tuvo descendencia.
Cuando las ventanas eran de madera se escuchaba a través de ellas el serial de la radio, y el tricotrán de la máquina de coser, y llegaban los goles por el hueco del patio de luces para luego perderse tejado arriba.
No estoy tan convencido de que un hogar sin ruido sea un hogar. ¿Para quién maullarán los gatos?, ¿Qué tendrá que hacer Romeo para despertar a Julieta?, ¿Los vendedores ambulantes harán señales con banderas?
Así que me perdonen mis vecinos cuando ronco pero lo hago sin maldad, sólo para que me responda Beatriz Corredor que dicho sea de paso es una señora estupenda, (lo que no sé es por qué no le ponen en el cargo Ministra de la Vivienda y de Plazas de Garaje; así lo entenderíamos mejor).
Compartir:
Hala, ya se jodió el Pladur. Y la escayola, el ladrillo acostado, las puertas atamboradas, el vasito en la pared (voyeurismo auditivo).
La de fantasías que uno se hacía con los ‘tacones lejanos de la del quinto B’…
Entiendo lo que dices Rafael. No deja de ser costumbrista y como siempre genial tu opinión sobre lo que puede llegar a ser un hogar, pero, en mi opinión, la casa es el lugar donde uno quiere estar con, a ser posible, las menos interferencias con el mundo real de “corrala de vecinos” que tú muy bien describes. En mi época de estudiante viví durante 5 años en un piso, minipiso, que tenía un enorme patio interior de vecinos. La experiencia fue interesante sociológicamente hablando. Conformábamos un micro-cosmos en donde la condición humana se manifestaba abiertamente sin complejos. ¡Qué risa pasaba cuando la de abajo se ponía a observar a hurtadillas lo que nosotros, estudiantes maleducados y sin vergüenza, hacíamos un día sí y otro también!. Sin embargo, ahora necesito paz y el máximo de aislamiento.
Victoria.
Carlos García: yo creo que la ministra Corredor es partidaria de los decretos Fujitsu. Y mira que me extraña porque como madrileña debe estar hecha a los espantos del ruido. Además, un ministro que nos quiera aislar del ruido no va por buen camino.
Victoria: no está en mi ánimo polemizar con mis invitados pero no te creo, que no. Estoy seguro de que en la época de estudiante en piso patera aprendiste muchas cosas que te sirvieron para luego. No te creo cuando dices que te refugias en el silencio, al revés, te refugias en el talento que es la mejor forma de metabolizar el ruido para devolverlo convertido en arte.
Sí, la entrada es costumbrista, como “acostumbro”. Son tendencias, cuenta-cosas que es uno.
No debes ser mala vecina… yo te pediría sal de vez en cuando, sólo por cotillear, ¡eh!
Quizás ,entonces, se oiga demasiado el ruido de la propia casa…
A mí también me resulta familiar sentir la vida a los lados de mi hogar. El silencio monacal es para los que lo han elegido. No es sano aislarse tanto. Creo.
Pero menos mal que los ronquidos de los vecinos no los siento..Eso nooooo!
Carmen: enhorabuena, lo tuyo debe ser adosado o sordera, en ambos casos se vive muy feliz.
Lo del ronquido es verdad, una vez me invitaron a cernar a casa “principal” cuyo salón daba con el dormitorio del vecino que roncaba a pierna suelta mientras nos servían el primer plato. Como dice la copla: “te lo juro yo”.
Es que las casas austriacas se van a otro precio…
Pues ni lo uno ni lo otro, mira por donde. Me gusta sentir la vida y la siento. Pero no escucho ni ronquidos, ni gritos.
Y es verdad que la puerta de la felicidad la abre una buena convivencia…