Clarin tiene unos cuentos de miedo que recogen tradiciones del XIX que bien podría aplicarse el PSOE, entre ellos el de aquel desgraciado que busca a su tío difunto pero no lo encuentra porque “fulano de tal” era un prestamista sin alma. Zorilla recogió otro más duro cuando Don Juan ve pasar a su propio entierro en un momento de angustia que creyó mal sueño. Ambas cosas le han pasado al PSOE en las elecciones europeas y ya puede corregir a tiempo si quiere enderezar el futuro inmediato y romper con esas tradiciones tan macabras que asustaron a los niños de hace dos siglos.
Rubalcaba ha sido el tapón y su resistencia al empuje admirable, más que químico parecía experto en Física y en elasticidad de materiales. Se le acabó el tiempo, julio y un congreso es una lejanía imposible: Alfredo debería coger su estilográfica ya, dar las gracias, bajar por el ascensor y esperar a un taxi. El PSOE ha conocido cuál es el suelo que pisa y no es de recibo para una gran organización que siga en Ferraz como secretario general un día más. La campaña de Elena Valenciano también es para guardar en los anales de la teoría política: no han cabido más desatinos, mayores meteduras de pata.
Los dos grandes partidos políticos son formaciones estables y gozan de buena salud aunque pierdan votos. Dar por muerto como hacía Zorilla a Don Juan de manera prematura sería una temeridad, en PP ha demostrado ser una máquina que ha tirado de un candidato que tampoco ha hecho una campaña de tirar cohetes y ha sabido encajar perfectamente su metedura de pata en el debate; eso solo lo hace una institución sólida. Cierto día el actual Ministro de Justicia se jactó de haber conseguido cuatro mayorías absolutas en Madrid, (dos en la Comunidad y dos en el Ayuntamiento) pero alguien le dijo: Álvarez del Manzano obtuvo tres porque lo importante es la formación que está detrás y no tanto el candidato por mucho que les pique el ego. Rajoy lo dijo claro cuando se enfadó con Aguirre: el que se quiera ir al Partido Liberal que se vaya, como si crear un partido fuera fácil y tuviera posibilidades de competir en igualdad con los grandes. Y eso que Aguirre solo pedía crítica interna, no un cisma como Lutero.
Al PSOE le pasó igual pero con Alfredo ideas felices dentro. Podemos buscar las causas en un zapaterismo pasota o en una falta de renovación pasmosa, justo lo que ahora toca afrontar. Pero una gestora ya antes que seguir lampando hasta el congreso extraordinario de julio.
El bipartidismo ha perdido votos, cierto, pero no hay que darlo por muerto porque seguirá predominando por estructura, por extensión y por tener bases sólidas en ciudades pero también en zonas rurales trabajadas durante años. Se han llevado un varapalo pero nada más. Rubalcaba adiós pero hoy, no en julio, que deje los cuentos de Clarin, (excelentes por cierto pero inoportunos en este momento). Cuarenta años en política que acaban de manera amarga.
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